jueves, 14 de junio de 2007

Mother Fist and her Five Daughters

Algunas razones por las que deberían bajar ese disco de Marc Almond que pusimos para bajar en el post número 100 si todavía no lo hicieron.



1-
No creo que Marc Almond conozca siquiera los conceptos de canción de amor o de canción feliz. Marc Almond es todo sobre lujuria, hipersexualidad, afectación, miseria, drama y decadencia en tono invitante. En este disco todo eso está notablemente acentuado por la influencia del cabaret que Almond lleva hasta el punto de lograr uno de los sonidos más seductores y el disco con la atmósfera más decadente que uno se pueda imaginar. Casi te podés imaginar a Almond cantándolo acostado arriba de un piano (espero que esa imagen no los haga dejar de bajar el disco).

2- Arriba usé el término hipersexualidad y es un término bastante apropiado para un disco cuyo nombre es una sutil referencia a la mastubación y que abre con una canción homenajeando dicha actividad. "Mother Fist never gets angry/ Mother Fist she never gets bored/ I don't have to feed her/ I just have to need her" canta Almond en "Mother Fist". Un par de temas más adelante fantasea con enfiestarse con un par de actores porno en su homenaje al ícono gay Judy Garland "Saint Judy". "Now I had a dream/ Well, more a fantasy/ Kip Noll, John Holmes and me/ All in bed we were going O.T.T./ What a sight to see".

3- "Melacholy Rose" podría haber estado en el Non-Stop Erotic Cabaret y haber sido de los mejores temas del disco. El "¿Cómo puede no haber sido un hit?" que todo disco subestimado necesita tener. La siguen de cerca en esta categoría "The River" y "Ruby Red", que ni siquiera el escándalo de su video increiblemente gay y prohibido en UK logró convertir en un hit. Tampoco era para tanto, no llega a ser el video de "Sex Dwarf" (cosa que podrían comprobar ustedes mismos si no hubiesen bajado el video de Youtube).

4- "Saint Judy" no es solo el mejor ejemplo de esa sexualidad over-the-top que mencionaba en el segundo punto, también es el mejor ejemplo del primero. El homenaje de Almond a Garland sería obsceno aún si fuera instrumental. Lentitud exhasperante, pianos fantasmagóricos y escalofriantes, vientos sórdidos y vulgares. Una oda a la decadencia y a los últimos días de la diva. La atmósfera de cabaret de la canción es húmeda y densa. Una canción que pertenece a ese tipo de cosas moralmente reprochables que uno quiere que terminen tanto como quiere que sigan.

5- Es Marc Almond, eso tendría que ser razón suficiente por sí sola.

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