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miércoles, 14 de diciembre de 2011

Modernistas 11: Mark K-Punk.


Mark K-Punk es uno de esos intelectuales inclasificables que suelen salir de Inglaterra, perteneciente a una generación de hijos no reconocidos de la academia que tomó la internet como hogar. Una escuela heterodoxa, influenciada en gran parte por la prensa musical inglesa de principios de los ochentas, en la cual Mark E. Smith, Ballard, Lovecraft, la ciencia ficción, el post-punk, la música electrónica y la psicogeografía se mezclan sin conflictos con Spinoza, Marx, Nietzsche, el post-estructuralismo, Baudrillard y Zizek. Así que con el amigo Darío decidimos que era hora de hacerle una entrevista. 

Lleva años escribiendo en su blog K-Punk en partes iguales crítica de rock y análisis político, diseccionando las diversas formas en las que el capitalismo y el neoliberalismo se articulan en la política de nuestra consumo cultural al mismo tiempo que critica a la inoperante e irrelevante izquierda actual, centrada en causas perdidas como las protestas anti-globalización en cada reunión del G8. En los tiempos de confusión política post-crisis del 2008, él y parte de la blogósfera que lo rodea han probado ser de los intelectuales más relevantes e interesantes que se pueden leer en este momento. A fines del 2009 editó el libro Capitalist Realism, lidiando con la cuestión de la ideología en el capitalismo y su triunfo absoluto en erradicar toda esperanza de que exista alguna posible alternativa.

No es necesaria mucha introducción más, ya que Mark mismo se ocupa en la entrevista de explicar bien su derrotero, desde sus inicios en el casi legendario Cybernetic Culture Research Unit (CCRU) hasta la edición de Capitalist Realism y la cuestión de la actual crisis política inglesa.

¿Cómo te involucraste en el CCRU (Cybernetic Culture Research Unit)? ¿Cuál era el objetivo y la postura del grupo? ¿Cuál era la definición de cibercultura con la cual trabajaban? Finalmente, el CCRU era una entidad elusiva y sus trabajos eran frecuentemente desorientadores, alienantes para un grupo que venía de la academia, ¿Cómo era la relación del grupo con la academia en general y la universidad de Warwick en particular?

Fui parte del CCRU desde el principio. Fue formado por Sadie Plant cuando se unió a la Universidad de Warwick, y su intención era explorar la conjunción entre un cierto tipo de teoría (Deleuze y Guattari, Lyotard, Haraway, Irigaray, Bateson, Margulis) y la cultura digital emergente de los 1990s. Más específicamente, el CCRU era uno de los resultados del encuentro entre Plant y Nick Land. Los libros de Plant eran bastante conocidos en los 90s, pero la mayoría de los trabajos importantes de Land – ficciones teóricas hiper comprimidas que unían filosofía dura con pulp cyberpunk – nunca tuvieron una circulación muy amplia. Gratificantemente, eso está a punto de ser corregido – Urbanomic, los editores de Collapse, están a punto de publicar los trabajos reunidos de Land.

En contraste con el modelo californiano / de la revista Wired de cibercultura, CCRU le daba una importancia crucial a la música, especialmente el jungle. La psicodelia rítmica del jungle era generada mediante computadoras pero, lejos de ser incorpórea – como muchos, en el momento, pensaban que era la cibercultura – era una ciencia vernácula de los afectos corporales. Pero, como Kodwo Eshun argumentó – Kodwo fue alguien que influenció al CCRU enormemente y que apareció en algunos de sus eventos más importantes  – el cuerpo que el jungle conjuraba era en muchos aspectos un cuerpo imposible: los breakbeats estirados a lo largo del tiempo demandaban una forma de baile que los organismos humanos no eran capaces de realizar. Aquí, entonces, había un ejemplo vívido de la distinción de Deleuze y Guattari entre el cuerpo orgánico y el cuerpo sin órganos.

El ciber feminismo era también una corriente importante en el CCRU. El trabajo de Sadie Plant conectaba las provocaciones teóricas de Haraway e Irigaray con un proyecto de investigación que linkeaba la historia suprimida de la relación de las mujeres con la tecnología con un nuevo pensamiento en biología.

La mezcla de teoría francesa, ficción experimental (Ballard, Burroughs y Gibson fueron influencias cruciales), junto con el intento de transcodificar las intensidades mutantes de la cultura digital en texto, explica en gran manera porque el trabajo es desorientador. La relación con la academia era una de mutua hostilidad. Un representante de la Universidad de Warwick una vez dijo, famosamente, que el CCRU no existía, no había existido nunca y nunca existiría. Lo que quiere decir es que CCRU nunca tuvo ningún status oficial en la institución. Pero el CCRU apreciaba su no-existencia institucional: a la vez estaba adentro y afuera de la academia. Era la academia renegada – el equivalente académico del Coronel Kurtz, como dijo Simon Reynolds cuando vino a entrevistar al CCRU.

¿Qué tan fuerte es la influencia de esa experiencia temprana en tus trabajos posteriores? ¿Crees que hay un legado que dejó el grupo? Recuerdo que usabas conceptos del CCRU como hiperstición mucho después de que el grupo muriese.

Hay un legado, por supuesto. Podés verlo en elementos del realismo especulativo – Iain Hamilton Grant estaba en Warwick justo antes de que el CCRU se formase, y tuvo una influencia enorme en el grupo. Ray Brassier fue influido por Nick Land, todo el costado ‘materialismo oscuro / vitalismo oscuro’ del realismo especulativo podría ser un continuo con aquello que estaba haciendo el CCRU. Y luego, por supuesto, está Kode 9 / Steve Goodman, que fue uno de los miembros fundadores del CCRU. También tenés razón, la hiperstición es uno de los conceptos a los que todavía me adhiero, pero toda mi orientación está informada por el pasaje a través del CCRU. Un libro como Capitalist Realism solo podía salir del pasaje a través de esa perspectiva “Landiana”. La crítica implícita en ese libro proviene de contrastar la imagen Landiana del capital (como un sistema sin remordimiento y eficiente de auto-ensamblaje) con la realidad del capitalismo tardío: su inercia y su esclerotismo burocrático.

A pesar de todos sus experimentos de pensamiento y su deseo de expandir el pensamiento académico a la escritura literaria y de ciencia ficción, al CCRU no le gustaba lo metafórico y se adhería a una estricta manera de pensar “realista” y “representacional”. ¿Cómo impactó esto en tu manera de ver la música, que se puede ver siempre como no representacional y metafórica?

Bueno, nosotros deciamos estar en contra de lo metafórico – Alberto Toscano una vez remarcó que el desprecio por la metáfora era prácticamente la firma de un cierto modo de teoría post-Deleuziana – pero en realidad la escritura estaba saturada con metáfora. Pero yo diría que la música no es en sí misma metafórica – es abstracta. O, mejor dicho, es a la vez abstracta y física, esa combinación, esa noción de una materialidad abstracta, es una de las razones por la cual la música era tan central a lo que el CCRU estaba haciendo.

¿El CCRU estaba interesado en la interacción entre los seres humanos y las máquinas con el objetivo de desarrollar nuevas formas de pensamiento post-humano?

Si, ‘post-humano’ era la frase del momento, a pesar de que había todo tipo de problemas con ella. ¿Estábamos anticipando un tipo de progreso teleológico más allá de los seres humanos? ¿O estábamos hablando de una forma de pensamiento que colocase a los seres humanos en una red de interdependencias con otras agencias? El énfasis en el resultado produjo un extraño efecto de trascendencia: estábamos hablando todo el tiempo de procesos que nos eliminaban o nos obviaban, que nos harían obsoletos. Había una excitación en este borramiento, pero en última instancia también había algo deprimente al respecto – nuestro único rol era anticipar alegremente nuestro propio deceso.

Viniendo de una tradición teórica que valoraba la literatura de ciencia ficción y de horror, más tu extensivo uso y exploración del concepto de hauntología, ¿ves o sentís un costado del capitalismo fantasmagórico, siniestro o incluso casi lovercrafiano? ¿Pensás en él como “un virus del espacio exterior” o una forma de organización social que favorece los rituales y la magia oscura?

Todo eso. Es espectral en el sentido de que carece de una forma fija y la mejor manera de caracterizarlo es como una virtualidad fugitiva. Pero también es una Cosa Lovercrafiana – algo sublimemente vasto, espumeando, bullendo, diseminándose. Se propaga como un supervirus y sus adherentes tienen sus propios rituales y sistemas mágicos.

Hace un par de años el interés mayor tanto de tu blog como de toda la blogosfera que te rodeaba parecía ser la hauntología. ¿Cómo se desarrolló ese concepto y podrías dar una breve explicación del mismo?

Se desarrolló como una respuesta a una confluencia cultural genuina. De repente, había un grupo de artistas – principalmente trabajando en el ámbito de la música – que estaban preocupados por el mismo problema: el fracaso del futuro y la desaparición del ahora. Lo que es fascinante es que estos artistas – que incluían al sello Ghost Box, The Caretaker, Mordant Music, William Basinski y más importantemente Burial – no tenían una influencia significativa el uno en el otro, como digo, era más una cuestión de confluencia, no influencia. Eran bastante diversos en sus sonidos, pero todos compartían ciertas marcas sonoras – sobre todo el uso de la fritura del vinilo. Su música era espectral pero aquello que la espantaba no era el pasado – o no solamente el pasado – sino también los futuros que nosotros esperamos que lleguen pero que jamás se materializaron. La idea de que el tiempo estaba dislocado, de un espectro espantando la cultura contemporánea naturalmente conducía de vuelta a los Espectros de Marx de Derrida y su concepto de hauntología. La manera en que la hauntología ha sido utilizada en relación a la música es – en mi mente al menos – consistente con el uso original de Derrida, pero también creo que desde que el concepto ha sido utilizado en relación con la música, ha ganado una cierta riqueza que no poseía antes.

Te recuerdo en el 2006 citando a Momus diciendo que la música finalmente había muerto, o al menos había perdido su relevancia creativa. Cuando le pregunté a Momus acerca del mismo tema el mencionó que las causas eran demográficas (el hecho de que el rock se había vuelto tan viejo como su audiencia y ya no era la voz de una generación) y la ubicuidad. ¿Aún crees eso? ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Y cuáles son las causas de acuerdo a vos?

No veo motivos para revisar ese punto de vista aún. Nada ha sucedido desde el 2006 para sugerir que la música será el motor de la modernidad cultural de la manera en que lo fue desde los cincuenta hasta los noventa. Lo cual no es lo mismo que decir que la situación no cambiará nunca. Podríamos estar en el borde de un renacimiento masivo de la música; por lo menos eso espero.

Hay un número de elementos que han conducido a este impasse. Adicionalmente a los factores que menciona Momus, también está el problema del agotamiento – Alex Williams ha trazado una analogía entre el agotamiento ambiental y el cultural. Quizás hemos sobre-explotado la cultura de la misma manera en que hemos sobre-explotado los recursos naturales. Tendemos a pensar que las permutaciones culturales son infinitas de una forma que los recursos naturales no son, pero quizás esto es una ilusión.

Otro factor es internet, que pareciera haber privado a la cultura musical del espacio-tiempo que era más productivo para la misma. La internet ha reemplazado un modelo viejo y puntuado del tiempo – en donde estaba organizado alrededor de performances en vivo, lanzamientos de discos y noches en clubes – con un tiempo distribuido por el ciberespacio en el cual es posible subir música en cualquier estadio de su desarrollo y consumir prácticamente cualquier expresión de la historia de la música en el momento en que quieras.

Luego están los factores políticos. La música siempre fue más vibrante cuando reflejaba o de alguna manera “transducía” (Nota de T: “transduction” es el proceso mediante el cual el ADN es transmitido de una bacteria a otra mediante un virus: en este caso las bacterias somos nosotros y el virus la música) la volatilidad social. Y, hasta muy recientemente, hemos estado viviendo en tiempos muy inactivos.

Vos editaste un libro sobre Michael Jackson muy pronto luego de su muerte. ¿Que significó la muerte de Michael Jackson? ¿Por qué editaste ese libro y por qué tan rápido?

La muerte de Michael Jackson no fue el fin de una era – Jackson había dejado de ser, hacía mucho, una fuerza musical o cultural de alguna significancia, y se había deslizado a una especie de grotesco banal – pero coincidió con el fin de una era. El ascenso de MJ a un nivel sin precedentes de megaestrellato sucedió justo en el momento en que la economía política y los medios políticos cruzaron un gran umbral; de hecho el éxito de Jackson fue parte de ese cambio. Reaganomics y Thatcherismo, una intensificación masiva del consumismo, la llegada del VHS y de MTV, la globalización: Thriller se alimentó y a su vez alimentó todos estos desarrollos. Su muerte llegó en el preciso momento en que – a causa de la crisis financiera – ese sistema de realidad estaba estallando. Luego de su muerte me pasé un día o algo así viendo todos sus viejos videos y me chocó, como si fuese la primera vez, las increíbles y horrendas diferencias entre el Jackson de Off The Wall y su persona tardía, espantada y auto-desfigurada. Quería destacar todo esto. Quería que la red de escritores de Zero Books reflexione sobre ello. Estoy absolutamente encantado con el libro, que para mí es una de las mejores colecciones de escritura musical de la última década.

¿Cómo llegaste a escribir Capitalist Realism? ¿Cuál es su tesis?

El libro reunió y enfocó algunos de los pensamientos sobre la situación política que había estado desarrollando en mi blog a lo largo de una cantidad de años. Los posts en el blog eran parcialmente un intento de dar sentido a lo que era vivir y trabajar en la Inglaterra de Blair. Yo trabajaba como un profesor, dándoles clases a chicos de entre 16 y 19 años, y estuve en la primera línea de la neoliberalización de los servicios públicos en el Reino Unido. Se les pedía a los profesores realizar cada vez más prácticas de auto-observación que habían sido importadas del mundo de los negocios. En principio, los libros de registro y reseñas de performance eran simplemente una pérdida de tiempo, pero me impresionaron un par de cosas acerca de ellos. En primer lugar, ¿por qué los profesores estaban tan inactivos frente a esos nuevos y absurdos reclamos de su tiempo? En segundo lugar, ¿cómo coincidía esta creciente cantidad de tiempo gastado en burocracia con la idea neoliberal de que la burocracia era un artefacto de una gobernanza de izquierda? Gradualmente me di cuenta que éste tipo de actividades no eran solamente un gasto de tiempo – su aceptación cumplía una función ritualista. Hacer las cosas mecánicamente y sin interés, hablar con retórica de negocios incluso a pesar de que uno no crea en ella – todo esto era crucial para imponer un marco ideológico. Así que llamé a este marco ideológico realismo capitalista, en parte porque el argumento para hacer estas cosas desde el nivel de la administración era que resistirlas no tenía sentido – la única cosa “realista” que se podía hacer, si uno quería mantener su trabajo, era seguirles la corriente. Pero luego comencé a ver los efectos del realismo capitalista en todos lados: no solamente en el trabajo o en la política, sino también en el clima afectivo de las sociedades neoliberales, a las cuales vi caracterizadas por una depresión hedónica – había muchas nuevas posibilidades de placer, pero, en vez de ser una alternativa a la melancolía, alimentaban una especie de nuevo y completamente ubicuo abatimiento. Esto estaba relacionado a una ranciedad, un agotamiento de la misma cultura, una sensación de que todo ya había sucedido; había infinitas nuevas formas de consumir, pero lo que consumíamos era de manera creciente versiones pastiche de vieja cultura.

Vos has hablado muchas veces de la crisis del 2008 y el hecho de que el capitalismo de alguna manera ya está muerto pero sigue andando. ¿Podrías explicarnos un poco sobre eso? ¿Cuál crees que es su status hoy? ¿Cuáles podrían ser los efectos a largo plazo de esa crisis?

No es que el capitalismo esté muerto, pero sigue adelante, es el neoliberalismo el que está en ese estado zombie. El neoliberalismo dependía de la idea de que el así llamado “mercado” podía administrar las cosas mejor que cualquier tipo de cuerpo público. Por supuesto, a lo largo de su período de dominancia, el neoliberalismo ha dependido del estado en muchas maneras, pero ha logrado mantener esa dependencia sin que se notara. Sin embargo, fue imposible no darse cuenta luego de que los estados del mundo se enfrentaran a los planes de salvataje masivos.

Los efectos a largo plazo de la crisis no son claros; lo que es seguro es que no hay retorno a la situación previa al 2008. El capital no tiene una solución a los problemas que llevaron a la crisis; las medidas que llevaron a la crisis – niveles de crédito insostenibles – eran ellas mismas intentos de resolver problemas previos. Pareciera que el capital se ha quedado sin ideas. Esto podría no ser tan bueno; el genio del capitalismo es que no está comprometido con ningún modo particular de gobierno. El capitalismo neoliberal puede estar terminado, pero es posible imaginar muchas diferentes formas de capitalismo, incluyendo un capitalismo autoritario. El autoritarismo con frecuencia aumenta en popularidad en tiempos de crisis, y hay evidencia de que eso está sucediendo de nuevo. Al mismo tiempo, también hay una creciente militancia global, la cual hemos visto hacer erupción en el Medio Oriente e incluso en el corazón del realismo capitalista, como en el Reino Unido y los Estados Unidos.

¿Qué llevó a Inglaterra a la crisis política en la cual parece estar inmersa hoy? ¿Cuál es tu visión general del movimiento de protesta que la siguió y que esperas que salga de esta crisis y estas protestas?

Para ponerlo simplemente, la crisis política fue causada por la crisis financiera. El final del Nuevo Laborismo también ayudó a poner las cosas en foco. Creo que el hecho de que había un (en su amplia mayoría solo nominal) ‘gobierno de izquierda’ significaba que todas las disidencias estaban contenidas en alguna medida. Pero la coalición liderada por los Tory ha despertado toda clase de animosidades. El movimiento de protesta es increíblemente esperanzador – como escribí en mi blog, ver el florecer del movimiento alrededor del país fue como emerger de una larga depresión política, que es lo que creo que está sucediendo en realidad. Mi creencia es que el actual gobierno del Reino Unido no va a durar: el Cameronismo fue construido para los días pre-2008 del consenso neoliberal y, como dije, esos días hace rato que terminaron. A diferencia de los Tories de los 80s, que se habían formado en el choque contra los sindicatos, el gobierno actual no tiene experiencia en protestas industriales y cómo lidiar con las mismas. El programa de cortes que han impuesto es tan salvaje que va a enfrentar el tipo de resistencia que no vemos en el Reino Unido hace 25 años. Lo que está pasando en Inglaterra en este momento es una especie de doble proceso – por un lado, está la persistencia del realismo capitalista, que ha mutado de un modo de arrogancia neoliberal a algo más desesperado; el mensaje de que tienen que haber cortes, que es solo una cuestión de donde caerán es, tristemente, ampliamente aceptado en Inglaterra en este momento; al mismo tiempo, hay una furia general y sin expiar dirigida a los banqueros, debajo de la cual puede detectarse un cuestionamiento de las asunciones que subyacen al realismo capitalista. Los próximos años se definirán en ésta lucha, que está aconteciendo dentro de los individuos al mismo tiempo que dentro de los grupos.

viernes, 24 de abril de 2009

Chipmunk Rock #7



The Normal – Warm Leatherette

Muchas veces nuestra imagen de la música electrónica (al menos la mía) evoca algo equiparable a la imagen del científico loco, encerrado en su laboratorio repleto de máquinas con antenas y pequeños paneles, ganchos y tornillos; trabajando en una monstruosidad mecánica sin nada de presupuesto y con los materiales disponibles. O con el presupuesto que obtiene del CRIMEN. Y el resultado final es un autómata chatarrero, steampunk, el producto de su fetiche por los viejos sintetizadores. Es una imagen fantástica e irreal, la del científico loco, una herencia de Tesla, quizás, y de sus sueños siempre truncados.
Por el contrario, si el diseño y la tecnología nos enseñan algo, es que los objetos electrónicos tienden a la suavidad, a la simplicidad, que las curvas y el blanco, lo homogéneo y tranquilizador, es el futuro del diseño industrial. Que estos productos son justamente eso, productos, hijos de sesiones de mercadeo y de estudios demográficos y de ingentes cantidades de dinero inyectadas en costosos proyectos realizados por empresas que se dedican a manufacturar nuestros sueños tecnológicos. Que no hay nada de individual en ellas. Que las cosas se achican hasta caber el universo en tu bolsillo e imitan las partes blandas del cuerpo, no la incongruencia de Frankenstein.
Me gusta “Warm Leatherette” porque en su simpleza, en su estructura de beats repetitivos y cortantes, en su escasez de recursos, en su atmósfera de dormitorio y computadora personal, en su letra que evoca a la vez la velocidad aerodinámica de un automóvil y su retorcida estructura después de un choque, es a la vez limpio y sencillo, lacerante y chirriante. Como el producto perfecto de la última época en que se podía añorar un pasado industrial, anguloso y pesado y ansiar un futuro digital, curvilíneo y microscópico a la vez e intentar combinarlos. Como el espectro (y la utopía) que aún nos persigue de tanto en tanto de la tecnología y la música electrónica, una y la misma, realizada por genios locos y no por Djs internacionales de beats blandos.

lunes, 30 de marzo de 2009

Quirky Scottishmen (I)



“La primera vez que vi una foto de Orange Juice en un fanzine local, pensé que eran norteamericanos. Se veían como si fuesen la banda de Jonathan Richman”
Roddy Frame, Aztec Camera.

Orange Juice - Rip It Up

Cuando me bajé Rip It Up de Orange Juice yo ya sabía que me gustaban, que la voz de Edwyn Collins, entre colegial enamorado y escritor francés cargado de “ennui”, me parecía fascinante pero distante, que su pop escocés refrescante y engañosamente amateur me parecía la plantilla sobre la cual se alzaba todo el twee… Pero jamás me hubiese imaginado que me iba a abotonar de éste modo a su segundo disco. Y, especialmente, a la canción que le da título.
Ha sido una obsesión constante en los últimos 3 meses, desde principios de año. Casi todos los días la escucho y encuentro nuevo significado bajo su sonido o sencillamente me energiza con su pop perfecto. Es una canción engañosamente simple, que parece manufacturada para tener éxito (y no es casualidad, entonces, que haya sido el único tema de Orange Juice que llegó al Top 40 en Inglaterra) pero que revela una complejidad asombrosa en su escucha. Y esta complejidad se encuentra tanto en su letra, su música como en su posición histórica, tanto dentro de la historia de Orange Juice, la banda, como de la historia del post punk, el “movimiento”.
Recapitulemos: Orange Juice había surgido a principios de los 80 como una banda extraña dentro del post punk. Frente a la experimentalidad sin concesiones de algunos de sus proyectos más arriesgados, OJ planteaba un retorno a la canción pop cristalina, pero emprendida con cierto nivel de autoconciencia e ironía. Sin embargo, eran igual de intelectuales y curiosos que muchas otras bandas post-punk y se habian pasado un buen tiempo investigando tanto el pop clasico de los 60 como el funk y el disco de los 70. Al mismo tiempo, sacaban sus discos por una pequeña discográfica escocesa llamada Postcard Records, que de hecho habían fundado ellos mismos.
Así que, eran una banda post punk menos abrasiva que otras, menos confrontativa, pero al mismo tiempo puramente independiente e interesada en la historia del rock. Provistos de un enorme sentido del humor, eran capaces de reírse hasta de sus desventuras amorosas (como en “Falling & Laughing” o en esta buenísima estrofa de “Consolation Prize”: “I was wearing my frings like Roger McGuinn’s / I was hoping to impress / So frightfully camp, it made you laugh / Tomorrow I’ll buy myself a dress / How ludicrous”).
Lo que nadie esperaba era el cambio fundamental que se iba a producir en su sonido para su segundo disco, Rip It Up. Edwyn Collins, el líder de la banda y principal compositor, despidió a los miembros que consideraba poco profesionales, Steve Daly y James Kirk, y fundó un nuevo Orange Juice con el baterista de Zimbabwe Zeke Manyika, y al ex – guitarrista de Josef K. Malcolm Ross. El objetivo expreso de Collins era, más o menos, pegarla, algo que el disco anterior no había llegado ni de cerca a lograr. Quería un sonido más profesional, una banda que sonase “profesionalmente amateur”, y que conservase el espíritu intelectual del primer OJ.
Y cuando lanzaron el primer single, homónimo, de su nuevo LP, Orange Juice sonaba decididamente diferente. “Rip It Up” comienza con unos sonidos de sintetizador (el Roland 303, que después sería marca de fabrica del acid house) que parecen pompas de gaseosa estallando en el sol de la tarde. Pronto esta base de bajo falsa y moderna se ve acompañada por las guitarras entrecortadas pero seductoras de Ross y por la batería precisa y funky de Manyika, para dar forma a un ritmo entre perezoso y bailable, como una tarde de sabado donde el clima es ideal, fresco y soleado, y uno solo tiene que contemplar la emoción de un día sin nada que hacer. Y pronto comienza a cantar Edwyn Collins en una voz que uno nunca entiende si va en serio. Afectado, lánguido, como si estuviese entonando una elaborada broma privada. Y lo que canta es lo siguiente:

When I first saw you
Something stirred within me
You were standing sultry in the rain
If I could've held you
I would've held you
Rip it up and start again

Rip it up and start again
Rip it up and start again
I hope to God you're not as dumb as you make out
I hope to God
I hope to God
And I hope to God I'm not as numb as you make out
I hope to God
I hope to God

And when I next saw you
My heart reached out for you
But my arms stuck like glue to my sides
If I could've held you
I would've held you
But I'd choke rather than swallow my pride
Rip it up and start again

Rip it up and start again
Rip it up and start again
I hope to God you're not as dumb as you make out
I hope to God
I hope to God
And I hope to God I'm not as numb as you make out
I hope to God
I hope to God

And there was times I'd take my pen
And feel obliged to start again
I do profess
That there are things in life
That one can't quite express
You know me I'm acting dumb-dumb
You know this scene is very humdrum
And my favourite song's entitled 'boredom'

Rip it up and start again
I said rip it up and start again
I said rip it up and rip it up and rip it up and rip it up and rip it up and start again


Una vez más, el foco parece puesto en una relación amorosa, fallida. Pero la manera en que canta Collins, la letra misma, revela una ambigüedad enorme. ¿Es Collins acaso un joven anodino, incapaz de acercase a la chica? ¿O la chica es una bimbo hermosa pero tonta respecto a la cual Collins tiene, ejem, sentimientos menos dignos? Desde la primera estrofa estos dos posibles significados se mezclan, porque las dos primeras frases parecerían referirse al clásico amor romántico (Awww, “algo se sacudió en su interior”), pero inmediatamente desarma esta interpretación sencilla con la frase “You were standing sultry in the rain”. Creo que la clave esta en la palabra “sultry”, que en general significa seductor, pero con connotaciones calenturientas y libidinosas.
E inmediatamente Collins parece renegar completamente de ella (¿O quizás de su propia inacción?) proponiendo “romper todo y comenzar de nuevo”. Sin embargo, en otro giro del destino, retorna de este desprecio, se aferra a la esperanza, rogándole a Dios que ojalá no sea tan tonta y vacua como parece. Porque en el fondo es un engaño, ¿no?, una pose… Por favor díganle que si a Edwyn.
La letra, por si sola, es una pequeña obra maestra de auto-conciencia y desengaño amoroso e intelectual, una lucha entre el corazón, el cuerpo y la cabeza. De algún modo, no puedo evitar pensarla como un comentario de Collins sobre alguna chica bien provista que lo volvió loco para luego decepcionarlo apenas abrió la boca. Las últimas líneas parecerían reforzar la decepción de Collins admitiendo que lo único que le queda es destrozar todo y comenzar de nuevo. Sin embargo, la manera en que Collins canta la letra le da otra capa de rareza: ¿Acaso se esta tomando ALGO en serio? ¿Qué pasa con su tono digno de un homosexual victoriano aburrido? Parece que se esta riendo de si mismo, mucho más que de su posible interés amoroso, de su inocencia y su idealismo, cosa que esta acompañada por el hecho de que incluso las frases mas incisivas están cantadas con una absoluta falta de maldad y saña.
Pero lo realmente interesante, lo que vuelve a la canción un perfecto comentario sobre todo el post-punk continuum y la historia de Orange Juice como banda es que muchas de las frases de la letra, y el sonido general, parecen directamente apuntadas a su propia situación. Acá estaba una banda que había comenzado como “el sonido de la joven Escocia”, como un grupo inocente que buscaba recapturar la magia del pop de los sesenta y que ahora se había transformado en una perfecta maquinaria aceitada, con mucho más de funk y disco que de abrasivos sonidos de guitarras candentes, para muchos traicionando sus inicios honestos e independientes.
Collins contraataca a las acusaciones clamando que en muchos casos lo mejor que se puede ser es romper algo y volver a comenzar, que los saltos estilísticos decisivos son interesantes, válidos y valientes. Y lo canta todo en un tono que es el equivalente sonoro de una sonrisita de arrogancia y superación.
Y contraataca, también, con una estrofa en la que se roba casi completamente el estribillo de “Boredom” de los Buzzcocks, esa canción maravillosa que había aparecido en su primerísimo ep, Spiral Scratch, y que había significado, según a quién le preguntes, el inicio del punk al ser el primer EP lanzado independientemente. Y luego de apropiarse de la excelente rima de Howard Devoto, concluyen el acto de homenaje / defenestración robándose su extrañísimo solo, todo distorsión nerviosa y uñas-sobre-pizarrones. Para continuarlo con un solo de saxofón que parece sacado de una canción de Joe Cocker. Es un acto tan magistral de re-contextualización e irreverencia como el single original, un primo espiritual, que sitúa a los OJ como los más inteligentes de la cuadra, mucho mas que meros posers, como estudiosos de la música y agudos comentaristas sobre “la escena” (sensación que se profundiza cuando uno se da cuenta de que el título de la canción es exactamente igual a una vieja canción popularizada por Bill Haley). Si “Boredom” había sido el sonido de Howard Devoto aburriéndose de la escena rock y, casi casi, del punk mismo (Devoto es un visionario, se aburre del punk cuando recién esta comenzando), “Rip It Up” es el sonido de los OJ aburriéndose del post punk y re-sosteniendo el principio básico que subyacía a ambos estilos musicales: hace lo que tengas ganas sin prestarle atención a ningún idiota dogmático que cree que sabe mejor que vos como debe sonar la música y como debe sonar TU música.
El hecho de que este envuelto en una canción de un comercialismo casi explícito solo hace la paradoja más deliciosa. Porque “Rip It Up” es una mezcla increíble de funk, electronica, pop y punk, una canción enormemente chiclosa y encantadora, una inyección de buen humor y frescura. Pero envuelto detrás de esa aparente facilidad hay un par de dientes que muerden y sonríen sarcásticamente. Lo magnífico de la canción es que ese demonio que oculta puede ser el comentario disgustado sobre el estado de la música de la cual provienen y forman parte (y sobre el mismo deseo de éxito) o la increíble pegajosidad de la canción. Es un testamento del talento y la inteligencia de la banda que funcione en tantos niveles.
Y si no me creen, ignoren toda esta parrafada, bájense la canción y vean si pueden abandonar las ganas de bailar como un mod bajo el contradictorio efecto de un coctel de anfetaminas y opio.