Durante mucho tiempo no vi películas. Tres motivos me llevaron a esto: la sosa vida de una provincia con muy poco interés cultural; la falta de una conexión potente a internet, unida a la imposibilidad de mantener la computadora prendida el tiempo suficiente para que baje una película de una buena vez; y mi naturaleza obsesiva y completista: la posibilidad de ver películas de Lynch o Jarmusch o Anderson sin haber interiorizado a Welles, a Hitchkock o a Eisenstein ni se me cruzaba por la mente. Mi adolescencia estuvo así sostenida por libros y canciones, y el celuloide hizo poco por mi educación sentimental.
Aún ahora puedo identificarme más con Zavalita y el gusanito que le roe el pecho, o con Zeno y su mediocridad, que con el carisma de los gangsters de Godard.
Enter Fellini. Lo que empezó con una motivación totalmente pragmática (para practicar mi italiano podría haber recurrido con igual facilidad a Bertolucci, De Sica o Antonioni) se convirtió en uno de esos hermosos viajes de descubrimiento de una Obra, similar a leer una tras otras las novelas de Roth, los comics de Alan Moore, o escuchar a Dylan entre el Bringing it all Back Home y el Blood on the Tracks. Genialidad pura, sin destilar.
Porque Fellini es ese tipo de artista: obsesivo, meticuloso, técnicamente perfecto, atento al espíritu del tiempo que le toco vivir, personal. Pero, sobre todo, humano. Humano como James Joyce o César Vallejo o Chris Ware son artistas humanos: porque, más allá del virtuosismo técnico y las propuestas formales de vanguardia, lo que interesa en su obra son las personas y su relación con lo demás.
Relación que Fellini llega a captar con al detalle, con empatía: Cabiria, la prostituta que odia al mundo, hipnotizada se nos revela como una muchachita insegura, y el gesto duro se vuelve angelical, luminoso, cuando cree que al fin ha encontrado el amor; la adolescencia es ese baile, acompañado y solitario al mismo tiempo, que los muchachos de Amarcord llevan a cabo en medio de la niebla; Guido Anselmi no consigue liberarse de su bloqueo hasta que se da cuenta que su vida alimenta su obra y su obra no es más que el alimento de su vida.
Toda esta preocupación por la persona común, por la folla, Fellini nos la presenta envuelta en uno de los imaginarios más personales que existen. El mundo de Fellini, a partir de La Dolce Vita en adelante, es el mundo de la duermevela, ese momento en el que somos conscientes que lo que está pasando no es real, que no puede ser real, y sin embargo nos hundimos en la falta de coherencia con la certeza de que en ella se encuentra el verdadero sentido que, cuando estamos despiertos, nunca podemos encontrar.
Como un rinoceronte flotando a la deriva en un bote en medio del mar, la obra de Fellini confunde e hipnotiza, y nos remite a algo que tal vez nunca podamos descifrar pero que, de llegar a hacerlo, podría resolvernos la existencia.
8 comentarios:
Uno aprende a apreciar más las cosas luego de un largo "ignorar".
Tienes buenas excusas para no haber visto lo que querías ver, tampoco está tan mal, digo... al menos leías y eso, la vida sin un libro sí sería aburrida. Teniendo en cuenta que lo de la tele es completamente basura y descartable.
Cierto, luego del video me dieron unas ganas increíbles de bailar.
Y finalmente están viendo al primer post de uno de los nuevos invitados al baile. Enhorabuena!
bienvendio. o bienvenida?
ja.
para mi la dolce vita es un temazo de los sparks
Que saludable leer (escuchar) a alguien que no aparente haber "leido todo", "visto todo", "escuchado todo". Bien por las aventuras de descubrimiento, sean en el momento que sean.
Dos de mis tres películas favoritas de Fellini (Las noches de Cabiria y La Dolce Vita, la otra sería Amarcord) y dos de mis películas favoritas en general. Vi La Dolce Vita a los 15 o 16, más que nada porque sabía que actuaba Nico, y no entendí un pomo. Pero igual me mató; desde entonces no le pido a las películas el soborno berreta de ser totalmente decodificables en forma racional.
AMB: gracias (: es "bienvenido", en todo caso.
ultravivido: siempre nos quedará algo, ¿no?, digo mientras no hayamos visto toda la obra de todos los artistas mongoles o bostwanos, habrá algo.
benito: están las tres: Cabiria y La Dolce Vita en fotogramas, y Amarcord en el video (mi escena favorita, además). creo que fellini es una buena muestra de que a veces es mejor sentir algo que entenderlo.
cual era aquella que retrataba las desventuras de un grupo de pibitos medio malandrines que le sirvio de inspiracion a favio para cronica de un niño solo? la strada quizas? esa recuerdo que me pego mucho años ha, aunque capaz estoy pifiando y ni siquiera sea fellini a quien me refiero. puede que este pensando en de sica, ahora me entro la duda.
la dolce vita tambien es un hit de italo grasa semi olvidado de ryan paris que la rompia, es mas creo recordar que hasta tuvo version vernacula y todo.
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