lunes, 30 de agosto de 2010

Esto pasó de verdad

Un llamado a la memoria y la conciencia colectiva antes de que sea demasiado tarde.

Encontrar esta lista en mi reader fue muy impresionante. No solo porque entre esas 50 canciones se puede escuchar algo de la peor música hecha hasta ahora, sino porque es como ver al fantasma de mí mismo a los 16 años y adentrarse en un pozo oscuro de música que nadie quiere recordar y efectivamente nadie recuerda. Fue darme cuenta que conocía tal vez a todas las 50 bandas incluidas y que hasta recordaba claramente una buena parte de los temas después de tanto años.

No estoy hablando de bandas que la pegaron relativamente, de cosas que escucharon algunos pocos. No. Estoy hablando de mucha de la música más exitosa de esos años. Cualquiera que como yo fue adolescente en esa época (y sé que muchos de los que están leyendo lo fueron pero voy a hacer de cuenta que no para evitarles tener que admitir cosas vergonzosas, aunque sea a ustedes mismos), aunque no me crean, posiblemente escuchaba algo de todo esto.

Me acuerdo muy bien de la temporada 98-99. Fue el momento en el que toda la música que creía que escuchaba sólo yo pasó a ser conocida por todo el mundo. Había comprado el primer disco de Korn cuando tenía 12 años, poco antes de que saliera el segundo y había tenido que recorrer varias disquerías especializadas antes de encontrar una donde supieran qué les estaba pidiendo. Escuché mucho ese disco. También escuché mucho los dos siguientes. Escuchaba a Marilyn Manson desde antes de “The Beautiful People”, desde antes incluso que “Sweet Dreams” y cuando salió Antichrist Superstar ya tenía los dos discos anteriores y lo compré inmediatamente. Estaba en séptimo grado y no conocía ni a una sola persona que escuchara esas cosas. Dos años después era todo diferente.

Dos años después todos mis amigos escuchaban esa música. Dos años después de Antichrist Superstar hasta las abuelas conocían a Marilyn Manson (y posiblemente creían que comía cachorros vivos arriba del escenario o algo así). Follow The Leader de Korn había salido hacía poco, el video de “Got The Life” estaba todo el día en MTV. Y estoy diciendo que realmente todo el mundo los conocía. Todos mis compañeros de colegio conocían a estas bandas aún si no les gustaban. Y pronto se le sumarían más bandas. Y se empezaría a hablar de nu-metal y se sucederían varias generaciones de bandas copiando la misma fórmula, progresivamente peores y más genéricas. Y llenaban la rotación de MTV junto al mall punk de Blink 182 y Sum 41 y cover irónicos de hits de los 80s y el rock post grunge de Creed y otras atrocidades que pueden ver en la lista. Esta era la música de esa época, aunque no lo recuerden, aunque no lo quieran recordar, así es como sonaba el fin de los 90s, el principio de los 2000, la vuelta del siglo.

Passantino dice en la lista que en esa época Korn era el tipo de banda que uno se imaginaba que iba a recordar años después y entender por qué había sido importante, y tiene razón. Puede haber sido un brote psicótico colectivo pero por un breve momento hace ya más de una década, esta música sonó como el sonido de una generación. Todos los adolescentes que habían llegado tarde para Nirvana y el grunge creyeron momentáneamente haber encontrado su voz generacional y un montón de bandas de chicos blancos vestidos con equipos deportivos rapeando mal empezaron a recibir sus certificados de multiplatino de un día para otro. ¿Pero qué pasó con todo eso? ¿En qué momento los jóvenes despertaron de su alucinación y toda esta música pasó al olvido? ¿Por qué?

Sí, todas las épocas tienen bandas olvidadas, pero estamos hablando de una época entera que se hundió en la oscuridad, que fue eliminada de la memoria de la cultura pop tan fuertemente que ya no proyecta ninguna sombra sobre ella. Salvando las distancias y con todas las reservas necesarias comparémoslo con el grunge que es el ejemplo más cercano. El grunge terminó, pasó de moda, tuvo su backlash, pero nunca desapareció de la memoria pública. Hasta pueden relativizarlo todo lo que quieran como mucha otra gente, pero eso es admitir que sigue lo suficientemente vivo en la conciencia popular como para al menos poder discutirlo y relativizarlo. Nadie relativiza la importancia del nu-metal porque nadie jamás discute el nu-metal.

La diferencia principal es obvia. Cuando Kurt Cobain citó a Neil Young en su carta suicida bien podría haber estado hablando del grunge porque la misma bala que lo mató a él terminó definitivamente con el género que él mismo había puesto de moda. El grunge tiene una fecha de muerte oficial y es el 5 de abril de 1994. Toda una generación tenía su propio mártir pop y el resto de las bandas desaparecieron o fueron olvidadas en los dos o tres años siguientes (la gran excepción sería Pearl Jam que logró ser canonizada más allá del género y la rotación de MTV). Nadie tuvo la oportunidad de ver como como sus bandas favoritas perdían su popularidad lentamente y terminaban tocando hits viejos para fans nostálgicos ni de acusar a un Cobain gordo y cuarentón de haberse vendido o de copiarse a sí mismo en su quinceavo disco. Buenos recuerdos para todos.

El nu-metal, todo ese rock alternativo tardío, todas las bandas de mall punk y ska berreta para MTV, todas los covers irónicos, todo eso ni siquiera era un género, era un conglomerado representativo de una época de confusión, unido menos por la música que por tener un público en común, la gente que después llamaron moshers, lo que acá llamamos “alternativos” (no me reprochen sutilezas respecto a ese término, yo estuve ahí, no las desconozco, las estoy ignorando voluntariamente). Que es lo mismo que decir que eran todos los que no escuchaban teen pop. No podemos asegurar cuando nació, nadie puede determinar cuando murió. Pero, ¿murió realmente?

Algo con una existencia tan dudosa no puede tener una muerte certera y para problarlo todavía hay gente escuchando estas cosas, pero permanecen en la oscuridad. No hay dudas que no está vivo pero él mismo no lo sabe. Un género no-muerto. La mayoría de estas bandas no se separaron, todavía están ahí afuera condenadas a seguir editando eternamente discos que nadie nunca va a escuchar como Sísifos de la generación MTV. Así los fans, al contrario de los del grunge, sí vieron a sus bandas favoritas desaparecer del ojo público, pasar de moda, perder su base de público, sacar discos pésimos y cansados, intentar patéticas estratagemas mediáticas para atraer un poco de atención, separarse y juntarse a explotar la nostalgia en menos de una década (Limp Bizkit sólo sirve como ejemplo de todos esos puntos y algunos más). Hasta vieron a Korn recurrir en un último intento desesperado de entrar a algún panteón de respetabilidad a ese eterno punto de encuentro entre el público moderado y los artistas con crisis de identidad, MTV Unplugged.

Supongo que estamos en el momento justo para recordar esto con nostalgia y es cierto que vi últimamente por ahí más menciones a esta música que lo que vi por años, pero no veo la nostalgia. Yo mismo mientras estoy escribiendo esto les aseguro que siento muchas cosas pero ninguna ni se parece a la nostalgia. ¿Quién podría sentir nostalgia de No Doubt? ¿Cómo podría existir un revival de Smash Mouth? No puede pasar, no tenían suficiente de nada como para que alguien los extrañe. La primera vez fue una farsa pero una segunda vez sería una tragedia. ¿Cómo se hace un revival de Sum 41? ¿Cuándo fue la última vez que los escucharon? Háganlo ahora. Vean esto, escuchen bien como suena ahora e imagínense un revival:



I'll never fall in line, become another victim of your conformity” cantaba el frontman más feo de la historia del rock canadiense, palabras grandes para alguien que pronto pasaría a ser conocido como “el enano que se casó con Avril Lavigne”. Y el rap. El rap. Todos querían rapear y no tengo palabras para describir lo mal que lo hacían. El rap metal/nu metal lo llevó al límite combinando lo peor de ambos mundos. Blancos de clase media rapeando mal y sin flow con la misoginia y la homofobia habituales en el hip-hop combinadas con rebeldía y angustia de adolescente tardío. Tal vez hayan sido los primeros de toda una generación de músicos blancos que cooptaron la música y la cultura negra a lo largo de toda una década en la que el hip-hop y el R&B se convirtieron en el estado normal de la música popular en Estados Unidos. Tengamos en cuenta que son incluso anteriores a Eminem y que aunque Kid Rock haya sido uno de los peores MC’s de la historia Devil Without a Cause fue 11 veces disco de platino y el disco de Eminem que más vendió tiene 9 platinos.

Otro mérito es haber sido el último acercamiento del metal a la masividad (y estoy convencido, no me obliguen a justificarlo, de que va a ser históricamente el último) cerrando una década que había empezado con dos hitos de la renovación del metal, Cowboys from Hell de Pantera y la reinvención de Judas Priest con Painkiller (interesantemente, las dos bandas habían prácticamente desaparecido para cuando el nu-metal apareció). Por supuesto que todos los metaleros clásicos lo odiaron, pero eso no cambia nada.

También coincidió con el nacimiento de la era Napster (1999-2001) marcando el final de la era de los discos multiplatino y haciendo de esta la última generación en vender millones de discos en formato físico. Fue la última generación en hacer música sin contar con internet y la primera en ver sus efectos. También creo que fue la última generación en la que las tendencias dominantes en la música a nivel masivo y comercial eran claramente reconocibles, pero al mismo tiempo, como dije más arriba, era una escena fragmentada y heterogénea, en la que muchas cosas muy diferentes terminaron amontonadas juntas, a la que ni siquiera le pudieron encontrar un nombre de verdad ni pudieron identificar y categorizar fácilmente a los fans (comparar de nuevo con el grunge), y esa es la tendencia que continuó el resto de la década.

En los próximos meses tocan en Buenos Aires Incubus, RATM y nada menos que Limp Bizkit y no tengo idea de qué sentir al respecto pero estoy seguro de que hay una buena razón para recordar esta época y esta música, no cometer los errores del pasado otra vez. Sí, piénsenlo por un segundo, Fred Durst va a estar cantando "Rollin'" en un lugar para casi 10.000 personas próximamente y acá cerca. Piensen que Ross Robinson sigue libre y produciendo con total impunidad. Vale la pena recordarlo, aunque tal vez haya ido demasiado lejos poniendo ese video de Sum 41.

jueves, 26 de agosto de 2010

La Hermana Menor en Buenos Aires

Gente, aprovecho inmundamente este espacio para promocionar lo siguiente: Una de las bandas donde participo - La Hermana Menor - Va a tocar el viernes y sábado en Argentina.

La primera fecha es en el Tío Bizarro de Burzaco (Viernes 27, 23.00 horas) junto a SUB y Fútbol.
La segunda es en el Festipulenta vol.7, junto a Prietto viaja al cosmos con Mariano, Olfa Meocorde y Revolutiva, en Zaguán Sur (Sábado 28, 22.00 horas).

Pueden escuchar algunos temas en el Myspace. Estaremos presentando nuestro nuevo disco, "Canarios", que sale en setiembre aproximadamente. Salut!

martes, 24 de agosto de 2010

Visite Baltimore 13 (Finale): Algunos Ausentes.



Tomorrow ain't promised to no one.

I ain't much for sentiment.

What the fuck you know about what I need on my mind, motherfucker? My name is on the street? When we bounce from this shit here y'all gonna go down to them corners, let them people know: word did not get back to me! Let 'em know Marlo step to any motherfucker: Omar, Barksdale, whoever. My name is my name!


Marlo Stanfield.

Marlo, realmente, nunca me cayó bien. Cumple una función importante dentro de la serie, es el salvaje con cara de loco que aparece para señalar que todo está podrido en el negocio de la droga, es el resultado final de un proceso de selección natural completamente retorcido y espantoso. Tiene un par de escenas muy buenas: aquella famosa de “My name is my name!” y su escena final, un momento de verdadero frio en los huesos, que hace que las calles de Baltimore, de noche, parezcan el lugar más infernalmente terrible de la tierra. El problema de Marlo es que, desde el principio, es un villano. Y nunca trasciende su condición de villano unidimensional. Es el mal, el sociópata, el tipo inflexible. Uno puede admirar su determinación y ambición (cuando le dicen que el cementerio está lleno de tipos que fueron rey y él contesta que lo importante es que lo fueron) pero no puede llegar a amarlo. Todo el tiempo estas esperando que le pase algo horrible. Igual demuestra que The Wire, con muy poquitos elementos, construye un villano de esos por el cual se mataría más de un guionista de comics.



Making robberies into larcenies. Making rapes disappear. You juke the stats and majors become colonels.

If that idiot worked for us, he'd be a deputy commissioner by now.


Roland "Prez" Pryzbylewski.

Prez es un desastre, el policía más caótico de la fuerza, un patoso, un inútil. Es un personaje enternecedor, y está muy bien que lo que comienza siendo un repulsivo cana de pistola rápida y golpes bajos crezca hasta un lugar en que uno lo respeta, lo aprecia y lo quiere. Al final de la serie tiene una barba, la indicación visual más obvia y ridícula de madurez, pero siendo Prez un niño grande finalmente parece moverse sin miedo a que el suelo se abra bajo sus pies. Cita a los Rolling Stones en la primera temporada (“Brown Sugar”, para ser precisos, y les pido perdón a todos aquellos a quienes ya les conté esto borracho). Es adorable y conflictuado, pero su arco argumental es un clásico “coming of age” y finalmente no sabía que decir sobre él.



I don't care if they were speaking Mandarin Chinese with a cocksucker's lisp!

Motherfucker, you are a cunt-hair away from indictment and you see fit to argue with me?

After all my puttin' my foot up people's asses to get the numbers down, he comes along and in one stroke, gets a 14 fuckin' percent decrease. Fuckin' shame it's gonna end our careers, but still.


William Rawls.

Miren, lo voy a admitir de entrada: William Rawls es un personaje chiquitito, dentro de la macro-saga que es The Wire. Pero es una debilidad. Amo a este hijo de puta. Rawls es, al principio, el jefe de operaciones del departamento de homicidios, el archienemigo de Jimmy McNulty. Es un tipo que disfruta deliciosamente de joderte, poner palos en la rueda, ajustar las estadísticas y, en general, evitar cualquier tipo de trabajo investigativo real. Tiene una sonrisa sardónica que despliega cada vez que te dice que no, que nunca jamás, que sos un chupapijas inmundo que se va a pasar el resto de su carrera anclado a un escritorio. Pero lo hace con tanto, tantísimo placer, el tipo realmente disfruta a lo grande jodiéndote. Es el hijo de puta que querríamos ser pero no nos animamos. Y, perdida por ahí, hay una escenita con Rawls, un flash, en un bar, que demuestra que The Wire levanta monumentos de caracterización con 3 segundos fugaces, que no se mencionan jamás.



Our job is to report the news, not to manufacture it.

You know what a healthy newsroom is? It's a magical place where people argue about everything, all the time.

The pond is shrinking. The fish are nervous. Get some profile. Win a prize. Maybe find a bigger pond somewhere. Whiting, Klebanow, Templeton - they snatch a Pulitzer or two and they’re up and gone from this place. For them, that’s what this is all about. Me, I’m too fucking simple-minded for that. I just wanted to see something new everyday and write a story with it.


Augustus "Gus" Haynes.

Hay que decirlo: la historia del diario en la quinta temporada es lo más flojo de la serie. Es una pena, porque tiene promesa, porque muchas porciones de la trama funcionan, sobre todo cuando se entrecruzan con las historias de los personajes que conocemos de las temporadas anteriores. La amplificación del delito, la construcción de la noticia, la circulación de la información, la percepción pública, son todas tesis interesantísimas, que están planteadas en este arco argumental. Pero ese es el problema: seguramente por limitaciones de tiempo (es la trágica temporada recortada de 12 episodios a 10), los personajes nos parecen más unidimensionales que aquellos que venimos siguiendo hace una, dos, tres o cuatro temporadas. Son más de cartón. El jefe del diario estúpido que no entiende el periodismo. La periodista joven y prometedora, en el camino del “bien”. El periodista ambicioso a quién solo le interesa su firma y su notoriedad. Y el editor buenazo. El hombre con la elegancia de la corrección precisa, de la noticia reporteada de manera honesta y directa. De la historia. Con los contactos que se labran de años de confianza y charlas. Ese es Guy Haynes. Es un buen personaje, seguro el mejor de todo el conjunto del diario, pero su exterior es muy similar a otros hombres que hemos conocido en The Wire, sobre todo a Bunny Colvin. Por suerte tiene algunas escenas muy buenas, cuando lo vemos finalmente abandonar la redacción y recabar información “the old fashioned way”, en bares, con todo aquel que lo conoce y quiere hablar. Su cara de escepticismo también lo paga todo, una cara que dice que lo ha visto y lo ha escrito todo, y que generalmente ganan los malos. Es una pena que a pesar de todo eso, no logre saltar de la pantalla, conmovernos totalmente. Lo conocemos y nos cae bien, pero es una amistad superficial, acartonada.



Buy for a dollar, sell for two.

Fool, if wasn't for your friend Sergei here, you and your cuz both would be cadaverous motherfuckers

You know what kills more cops than bullets or liqour? Boredom String... they can't stand that shit! Just keep it real boring

You think I'm gonna send any of my people up against Brother Mousone? Shit, that nigga got more bodies on him than a Chinese cemetery.


Joseph "Proposition Joe" Stewart.

Proposition Joe es la cara más viboresca y acomodaticia del negocio de la droga. Un gordo gigante con rastas que parece respirar todo el tiempo por la boca, que se sienta en su negocio de arreglo de radios y electrodomésticos a meterle destornillador y pinza a cachivaches acabados. Él mismo podría ser un cachivache, si no fuese porque tiene una admirable habilidad para proteger su trasero. De algún modo uno siente que tiene un orgullo de laburante en lo que hace, a pesar de que sea la venta de droga. Que para él es, justamente, un trabajo, una manera de sobrevivir. Por algo lo mete a su sobrino en el negocio, y lo banca, a pesar de que es un inútil violento y despreciable. Como si fuese la empresa familiar. Es su changuita, su pequeño taller de estupefacientes. No por nada es un experto en el lavado de dinero. Por eso también tiene esa aversión a la violencia y el asesinato político. Por algo es “Proposition” Joe, el dealer al que los otros dealers acuden para que instaure una especie de espacio liberado sobre el cual podrán discutir y dialogar. Es como un diplomático del negocio de la droga.
Pero, también, es un manipulador increíble, con una capacidad increíble para poner a unos contra otros y alejar las mirillas de su patio trasero como si tuviese superpoderes de sugestión e hipnosis. Por algo Omar, uno de los pocos que le hace la guita, lo primero que le advierte es que no intente ninguna mierda retorcida con él, o que le iba a poner una bala en la cabeza.
El problema de Prop Joe se hace presente cuando se vuelve blando, cuando comienza a querer adoptar un sucesor, cuando ve en Marlo, equivocadamente, a un pibe que quizás podría sucederlo. Cuándo su costado familiero le gana a su costado calculador y manipulador. El negocio de la droga no perdona el sentimentalismo, y todo se resume dolorosamente en la última frase que le dice Marlo: “I wasn't made to play the son”.

sábado, 21 de agosto de 2010

Visite Baltimore 12: Michael Lee & Duquan "Dukie" Weems.



- How do you get from here to the rest of the world?

- There ain't no special dead. There's just dead.

Dukie: You remember that one day, summer past? When we threw them piss balloons at them Terrace boys? You remember, just before school started up again? You know, I took a beatdown from them boys. I don't even throw a shadow on it. That was a day. Y'all bought me ice cream off the truck. You remember, Mike?

Michael: [long pause] I don't.

Dukie.



- Ya'll always taught me..Get there early.

- Why not?....i mean..Marlo aint suck no dick right? so if Marlo knows he aint suck no dick then what the fuck he care what Junebug say, what anybody say..Why this boy gotta get dead just for talking shit.

- Why you even wanna do this? What is you thinking Duke? You think if you start carrying somebody ain't gon try you? Naw...somebodys always gon try you...and if they know that you carrying they gone make you come out with it. And once you come out with it you gotta be willing to go all the way. *gunshot* You can't bring it out unless you willing to use it. *gunshot* Can't be no doubt. *3 gunshots*

Mike.

En el gran análisis de las instituciones y los grupos sociales de una ciudad que hace The Wire (y que podría ir así: policía – delincuentes – puertos / trabajadores – políticos – escuelas – diarios, y una sexta temporada hipótetica y jamás filmada pero que me hace soñar despierto sobre los inmigrantes latinoamericanos) la cuarta temporada es la más amarga y más pesimista, así que no es coincidencia que hable del sistema educativo y lo que sucede con los niños que ingresan a él.

Seguimos la historia a través de 4 niños: Michael, Dukie, Namond y Randy. Todos vienen de trasfondos ligados de un modo u otro a la calle, la ilegalidad, la violencia y el maltrato, pero sus destinos serán muy diferentes. Lo que siempre está claro, sin embargo, es que la escuela no es ninguna salvación para ellos, que no existe el camino de perfeccionamiento, “crecimiento intelectual” (porque, en definitiva, los 4 son realmente inteligentes y no tienen lugar para los conocimientos estándar que no le sirven para nada de la escuela), ascenso social burgués y clase media. Lo único que los encauzará por la vía del bien es un milagro o la influencia de terribles fuerzas externas cuyo interés en alguno de ellos exceda los límites de la legalidad, llegue al cruce de las líneas sociales de acero.

De todos ellos he elegido a Michael y Dukie, en primer lugar, porque son los que más tiempo están en la serie. En segundo lugar, porque son diametralmente opuestos pero a la vez complementarios, porque son ejemplos de cómo una vida rodeado de drogas y violencia pueden desviarte hacia el lado de la indefensión o el lado de la dureza. En tercer lugar, porque son los dos personajes que The Wire sigue más despiadadamente mientras se internan en la gran picadora de carne de la sociedad, ocupando lugares para que se perpetúe el sistema, la sangre y el horror.

Michael es hijo de una adicta y un padre desaparecido o inexistente que tiene que hacerse cargo de su hermano menor, Bug, hijo de su madre y un hombre oscuro cuya presencia pesada y espesa se avizora desde el inicio de la temporada. Esta crianza lo ha vuelto un tipo que no confía en nadie, que no acepta un favor, que siente que está completamente solo en la vida y tiene que mantenerse de ese modo. Es un clásico chico duro de buen corazón como demuestra en la relación con sus amigos y especialmente en la relación con su hermano. Michael es, además, un muchacho grandote, de esos capaces de pegarte una buena paliza a pesar de ser, nominalmente, niños.

Dukie, por su parte, es un perdedor nato, un chico que parece destinado a la mala suerte y la negligencia. Sus padres también son drogadictos, pero a un nivel muy superior y mucho más duro que los de Michael. Drogadictos perdidos, que le roban la ropa y la comida y ni siquiera se preocupan por su higiene o por su salud. Es un milagro que haya llegado a la adolescencia. Y, sin embargo, Dukie es ultra inteligente, sensible y rápido. Podría ser un gran intelectual. Un flacucho, tímido, completamente inadaptado a las calles. Él no pertenece a ese mundo tanto como sus amigos. Es un nerd dentro de un ambiente social muy peligroso y hostil.

La trayectoria de ambos en la serie es espejante y similar. En un primer momento ambos reniegan de ofertas de ayuda, ya sea por orgullo o por vergüenza. Mike se pasa la mitad de la cuarta temporada renegando del negocio de la droga e intentando forjarse un lugar independiente, mientras que Dukie se acerca muy lentamente y con gran pudor a Pryzbylewski, el policía más torpe y desafortunado del mundo devenido profesor. Hacia la mitad de la cuarta temporada, sin embargo, Michael tiene que pedirle un favor a Marlo, el sociópata que ha reemplazado al tándem Bell –Barksdale. Y cuando uno se entromete en ese mundo, ya no hay vuelta atrás. Es venderle el alma al diablo en cuotas y Michael inicia su camino hasta terminar siendo muscle de la operación Marlo (el muscle es el que lleva las armas, el que protege a los vendedores, el que le pega un tiro a las molestias).

Dukie, en cambio, llega lo más cerca que va a estar de emprender el camino de ascenso social burgués. Se destaca, se vuelve un pequeño geniecillo del aula, ayudado por Prez, logra un cierto grado de dignidad. Pero un día sus padres desaparecen así como así y lo único que le queda es mudarse con Mike. Y luego quieren adelantarlo un año, sacarlo de su precario sistema de soporte, quitarle la única figura paterna que tuvo algo de sentido para él.

La cuarta temporada está repleta de padres sustitutos y maestros temporales y es notorio que los únicos que logren convertirse en buenos padres (o al menos, padres efectivos) sean Colvin, con su dedicación a prueba de balas, y Marlo (o, más bien, Snoop y Chris, los matos que instruyen a Michael), quién ofrece a Michael una especialización en el camino más obvio y terrible.

Además, durante toda esta temporada planea sobre los muchachos el espectro de la muerte que cosecha Marlo, de los cuerpos encerrados en casas abandonadas, de las cuales hay millones, dándole a Baltimore el aura de una verdadera ciudad fantasma, de real horror, de ratas detrás de las paredes. Ese monstruo invisible los toca a todos y modifica irreparablemente sus vidas, sobre todo la de Randy, que nunca volverá a ser el mismo.

La quinta temporada encuentra a Michael y Dukie viviendo con un cierto grado de estabilidad, juntos, Mike trabajando para Marlo y Dukie intentándolo aunque sabe que jamás será lo suyo, siendo basureado por todos los otros chicos que trabajan con él. Al mismo tiempo, ejerce de niñera de Bug, en uno de los roles más desvalidos de la serie. El dilema de ambos a lo largo de esta temporada (en la cual ya han dejado muy atrás la escuela) será el cómo salir de las circunstancias en las que se han visto envueltos por sus propias acciones y por el irresistible juego de pinzas de las obligaciones e imposiciones de estructuras más antiguas y devoradoras que ellos.

En quien lo veremos más claramente será en Dukie, que intentará primero perfeccionarse en el mundo de la droga y luego ingresar en el mundo del trabajo, con grandes fracasos en ambos ordenes. Uno no puede más que estar triste, muy triste, y desesperado cuando lo ve practicar con una pistola, intentar aprender a boxear, buscar trabajo y ser rechazado en todos lados por su edad e inexperiencia. Todo se resume en esa escena con el entrenador de box en el que éste, con todo el dolor del mundo, le dice que tiene “otras habilidades” y que tiene que llegar al mundo que está más allá de las esquinas, pero que no tiene ni idea de cómo enseñarle a llegar ahí.
Michael, mientras tanto, comienza a desarrollar una conciencia, y a sentirse incómodo con el accionar de Marlo. Lo que Michael hace para escapar es un tiro por elevación que implica la libertad más pura… dentro del mundo de la droga. Es demasiado inteligente para morir, pero su salvación (su salida) termina siendo, al igual que Omar, funcional al sistema que lo retorció.

El final de Dukie es muchísimo más triste porque no coincide en nada con su promesa y porque, finalmente, todo lo que hace es caerse entre las grietas, desaparecer, volverse una no persona (no es casual que el mismo lugar donde se sitúa Hamsterdam, donde terminan los drogadictos y donde se tiran cuerpos, sean las casas tapiadas, asimilando junkies con cadáveres y desapariciones).

La cuarta temporada empieza con un grupo de niños que se reúnen en lo que parece el patio o pasillo exterior de un galpón abandonado, lleno de escombros y oxido y yuyos, un lugar que exuda abandono y que habla de una ciudad en decadencia que consume todo lo que fue bueno. La última toma de la cuarta es ese mismo galpón, vacío.

lunes, 16 de agosto de 2010

Visite Baltimore 11: William "Bunk" Moreland.



Moreland: I'm just a humble motherfucker with a big-ass dick.
Freamon: You give yourself too much credit.
Moreland: Okay then. I ain't that humble.

Det. William Moreland: Them Greeks sure have some weird-ass names.
Det. James 'Jimmy' McNulty: Hey, don't knock the Greeks. They invented civilization.
Det. William Moreland: Yeah, and ass-fucking, too.

-Jimmy, I just bought brand new lawn chairs and a glass patio table. Now you don't buy no shit like that if you're plannin' to lose your job and go to prison.

-Drink up and die right.

-You can go a long way in this country killin' black folk. Young males, especially.

-The Bunk is strictly a suit and tie motherfucker.

The Bunk.

William “Bunk” Moreland es un personaje calladamente importante. Un observador tranquilo que une varios preceptos. Un policía elegante y con pinta de músico de jazz, siempre vestido de trajes pinstripe y fumando puros. Un suave, un tipo que en general está relajado y de buen talante y que intenta no tomarse del todo en serio el marasmo que es ser policía en Baltimore pero que, sin embargo, se preocupa, y mucho, le importa, es capaz de enojarse con la furia de Dios cuando ve que el mejor ejemplo para un montón de pendejos es un ladrón y asesino que solamente es un poco mejor que los demás, o al ver que su mejor amigo y dolor en las bolas constante se ha metido en otro quilombo donde, inevitablemente, se vera arrastrado.

Bunk es un policía que aprecia el viejo y buen trabajo detectivesco, sentarse mirando toneladas de papeles, visitar las escenas del crimen y notar lo que otros han pasado por alto, reconstruir una en impecable detalle (sino, mirenlo en la primera temporada, en ese momento famoso, en la que él y McNulty analizan una escena de homicidio completamente arruinada y oscurecida por los anteriores investigadores mientras repiten incesantemente la palabra “fuck”). Es un tipo que cree en el trabajo honesto y que está orgulloso de lo que hace, algo que demuestra en la forma en que se conduce, con seguridad y certeza, en la manera en que viste sus hermosos trajes, en cómo observa los cuerpos tirados en las esquinas y casas de Baltimore, con sus cejas llenas de desconfianza, su media sonrisa sardónica y la ansiedad dibujándose en el rostro.

Esa es la cosa con Bunk: es un tipo que ama lo que hace y que ama la vida en general. Por eso disfrutamos tanto las escenas de The Bunk emborrachándose junto con McNulty al lado de las vías del tren, bajo un puente, en descampados (todos sitios espantosos, lúgubres, llenos de yuyos, fantasmas y oscuridad, con meadas en las paredes y basura en el piso, lugares adonde no irían jamás si no fuesen policías), o cuando ya completamente ebrio le hace ojitos a alguna que está en el bar y se babea y se va con ella, o cuando la mina lo llama a McNulty para que lo vaya a buscar porque esta borracho, desnudo y llorando en su baño. Y nada de esto parece afectar seriamente su vida matrimonial. The Bunk la pasa bien, The Bunk disfruta, es uno de esos tipos capaces de iluminar una habitación apenas entra.

Al mismo tiempo, el trayecto de Moreland en The Wire es bastante lineal y sin sobresaltos: comienza en Homicidios y termina en Homicidios. Nunca se mete en problemas, nunca hace enojar a los jefes, nunca agita el avispero. Bunk es el perfecto ejemplo de otra mentalidad posible dentro de la policía: la que dice que uno tiene que ser un buen policía pero no hasta el límite de hacer algo que te ponga en la mira de tus superiores, algo que caiga mal, pensar que la policía puede cambiar al mundo o que debería ser más proactiva o embarcarse en alegres quijotadas contra grandes vendedores de drogas de las que nada bueno puede salir. Bunk cumple con el trabajo pero no hace alharaca, patina por la vida con la misma facilidad con la que termina vomitando luego de haber bebido lo suficiente. Tampoco es que sea un chupamedias de los jefes, no, no, no, ese no es The Bunk, no es Jay Landsman. Más bien pareciera que se hace cargo completamente de una de las proposiciones básicas de la serie, tácita pero siempre presente: no te hagas ilusiones, no creas que podes cambiar el mundo, intenta pasar por la vida haciendo el menor daño posible e intentando proveer la mayor cantidad de felicidad y bondad posible, pero no creas que vas a liderar una revolución.

The Bunk es, a fin de cuentas, uno de los personajes más equilibrados y felices de The Wire. La tragedia y la deshonra lo tocan de lejos, no tiene ninguna obsesión que corroe su vida y su entorno social, pero a pesar de ello tampoco es un hijo de puta amoral a quién no le importa nada. Solo es un realista que conoce sus límites y sus objetivos y por lo tanto los cumple y sigue su camino.

Es el tipo que muestra la manera sensata y razonable de vivir dentro de las instituciones, pasando ligeramente desapercibido pero cumpliendo un trabajo importante que nadie más haría en su lugar. Su escena más memorable llega en la quinta temporada y gira sencillamente alrededor de su negativa a acudir a una reunión ridícula y sin sentido, pero sin embargo obligatoria. ¿Para quedarse haciendo qué? Viendo papeles y comparando expedientes, haciendo “trabajo policiaco de verdad”. Es que The Bunk es así, un tipo tan simpático y encantador que no podes evitar quererlo a pesar de (o quizás gracias a) que no está hecho para la tragedia.

miércoles, 11 de agosto de 2010

El Cuadernito Inexistente (7)

1) Clientes del infierno. Como Palabras Textuales, pero en ingles, mucho más masivo, y con muchas cosas increíbles. Pueden perder un día entero aquí (via stephanie)
2) Fata Morgana es Google Maps sin el mapa, básicamente. Simpático.
3) Un hombre vive en un mundo futurista donde todas sus actividades son a través del ciberespacio. De The Onion, obviamente.
4) ¿Porqué a la gente se le ocurren pila de ideas mientras se ducha? No se me había ocurrido antes.
5) Ante la duda, jamás, JAMÁS conviertas pi a binario. (via krahd)
6) El Halo, para Atari 2600. Una descripción muy larga de como fue hecho aquí.
7) Siguiendo con el mismo concepto, varios screenshots de juegos re-construidos como si fuesen retro.
8) Muchos de los tuits de Kanye West, usados de frases para comics del New York Times.
9) Ayer se publicó la noticia de que un asistente de un avión se quemó la cabeza, mando a cagar a todos y se fue del avión mediante el sistema de escape de emergencia del avión. Un grande. Acá esta la noticia en metafilter, donde en los comentarios un usuario le escribe una balada folk a su honor. Un rato después, alguien graba la canción con esa letra. Que lindo el mundo en el que vivimos.

martes, 10 de agosto de 2010

Visite Baltimore 10: Howard "Bunny" Colvin.



- Somewheres, back in the dawn of time, this district had itself a civic dilemma of epic proportion. The city council had just passed a law that forbid alcoholic consumption in public places, on the streets and on the corners. But the corner is, and it was, and it always will be the poor man's lounge. It's where a man wants to be on a hot summer's night. It's cheaper than a bar, catch a nice breeze, you watch the girls go by. But the law is the law. And the Western cops, rolling by, what were they going to do? If they arrested every dude out there tipping back a High Life, there'd be no other time for any other kind of police work. And if they looked the other way, they'd open themselves to all kinds of flaunting, all kinds of disrespect. Now, this is before my time when it happened, but somewhere back in the '50s or '60s, there was a small moment of goddamn genius by some nameless smoke hound who comes out the Cut Rate one day and on his way to the corner, he slips that just-bought pint of elderberry into a paper bag. A great moment of civic compromise. That small wrinkled-ass paper bag allowed the corner boys to have their drink in peace, and it gave us permission to go and do police work. The kind of police work that's worth the effort, that's worth actually taking a bullet for. Dozerman, he got shot last night trying to buy three vials. Three! There's never been a paper bag for drugs. Until now.

- I thought I might legalize drugs.

- Bunny: You see that building there? It's the old Stryker building. It was a funeral parlor. Last stop before the cemetery for west side white folk. Back When there was still some of those around. Right about the time that, uh, Jim Crow was breakin' up. Back in the early '60's. Someboday asked old man Stryker, they said "Stryker, you gon' change your policy and start buryin' black folk?" And Stryker said "yeah, on one condition: I can do 'em all at once." [Bunny laughs]

Carcetti: That's sick.

Bunny: But you know somthin'? I had a lot of respect for that man. 'Cause unlike most folks, I always knew where he stood.

Bunny Colvin.

Antes de que diga cualquier otra cosa, Bunny es el puto hombre. Es, quizás, el personaje más noble y dedicado a hacer el bien dentro del estamento en el que se encuentra. Y, por ello mismo, no es coincidencia que Bunny sea un reformador social, un tipo dispuesto a apostar todo a las nuevas maneras de hacer las cosas.

Ahora bien, a Bunny lo conocemos ya grande, curtido, a punto de retirarse. No sabemos nada de su pasado ni de su comportamiento antes de la tercera temporada, pero por su carácter, podemos deducir que fue siempre un policía honesto y un gran líder. Porque Bunny, estructuralmente, es un Comandante de distrito, el jefe de toda una sección del Departamento, un jefe, un capo. Lo que implica también que ha tenido que tragar mucha mierda y cuidar muchas posiciones para llegar ahí. Sin embargo, cuando lo conocemos, Bunny es fundamentalmente un policía decente, un tipo de gran corazón, otra persona que a pesar de todo lo que suponemos que ha visto no ha perdido el alma.

Es probablemente esa decencia intrínseca y no la posibilidad del retiro cercano y de tirarse una canita al aire, lo que lo impulsa a poner en marcha su primer gran proyecto de reforma: abrir tres “zonas liberadas” en lugares abandonados y completamente dilapidados de Baltimore (lugares de ladrillos descascarados, de fachadas desmoronadas, de calles sin faroles de luz, cercados por pastos gigantescos, lugares a donde probablemente ni los delincuentes se acerca por el persistente aura de entropía que los rodea) para que allí se concentre todo el comercio de drogas, un lugar donde toda su violencia pueda ser contenida sin dañar al resto de la población. Este sector, que rápidamente hace descender el crimen en el resto del distrito, es bautizado Hamsterdam por parte de sus habitantes y concurrentes.

Es que Bunny es uno de esos tipos que saben que hay una diferencia entre ley y justicia, que la ley existe sobre todo para proteger a los ciudadanos y que, cuando esto no sucede, entonces hay que excederla para que su espíritu se respete. Y es un tipo que, justamente, vemos en su plenitud, en el momento final de su estadía en la fuerza, que está agotado de ver como todas las iniciativas policiales y “el juego de los números” (la manipulación de estadísticas para hacer disminuir los índices de delito) no solo no han logrado hacer descender la criminalidad, sino que incluso han criminalizado y discriminado a aquellos a quienes debían proteger. Es un tipo que está harto de ver como se le mueren policías, como los ciudadanos están cada vez más desvalidos, como han llegado a ver en la policía algo que temer, como la policía ha perdido el contacto con la comunidad.

Bunny, con su cuerpo de gigantón, su pelada brillante, su sonrisa sincera y gigante, su cara de tío bueno, es esencialmente uno de esos policías que a veces se ven en los comics y las películas de época, de uniforme y macana patrullando el barrio, hablando con los niños y las ancianas, recto y sonriente pero inflexible con quienes lo merecen.

Su primer intento de reforma social, entonces, es producto del observar este ideal que venera completamente desvalorizado y devaluado. Y el mayor responsable de esto, nos dice The Wire directamente, es la guerra contra las drogas. La guerra contra las drogas, como dice Bunny, arruinó este trabajo. Lo arruinó porque puso el acento en la represión antes que en la protección, porque volvió a todo el mundo un sospechoso, porque transformó al policía en un ejército invasor en su propio país. Porque en definitiva es una guerra que lo único que hace es marginalizar al pobre y perpetuar un ciclo vicioso en el que los nuevos jóvenes solo tienen por futuro y expectativa ingresar en el mundo de la calle y de la droga, para terminar presos o muertos.

Obviamente que este plan no saldrá nada bien, pero por un momento, por una temporada, nos hacen creer que existe una alternativa, una opción para ese mundo de violencia hermética, asfixiante. Y esa salida está personificada en ese negro de maneras pausadas y gran corazón, que cuando llega el momento de la caída, lo acepta como un hombre y se hace cargo individualmente de todas sus consecuencias.

En la siguiente temporada, por consiguiente, la situación de Bunny es muy diferente y se asemeja a la de muchos personajes que a lo largo de la serie intentan desafiar la manera establecida de hacer las cosas: despojado de poder y de acción, degradado y vuelto una parodia de quién alguna vez fue. Afortunadamente, tendrá otra oportunidad de intentar cambiar las cosas, está vez participando de un programa experimental de enseñanza en escuelas secundarias.

Tiene sentido que Bunny tome esta dirección en su vida y en la serie. Como hemos visto, una de sus mayores preocupaciones en su vida es la de proteger a aquellos que no tienen poder, ha absorbido demasiado bien el ideal de su casta. Bunny es de aquellos que creen que el cambio llega modificando el modo de pensar de las próximas generaciones, un clásico liberal (en el sentido izquierdista en que es utilizado por los norteamericanos) que por su extraña condición de policía puede aplicar esas teorías y no perderse en devaneos teóricos. No por nada uno de sus enfrentamientos más amargos será con Carcetti.

El segundo experimento de cambio social de Bunny Colvin tendrá un final igual de agridulce y un desarrollo aún más terrible y descorazonador. Porque si bien Hamsterdam fue un fracaso, al menos ahí Bunny tenía dos cosas que no tendrá aquí: una autoridad indiscutida y una tropa que, para bien o para mal, estaba dispuesta a obedecerlo. En la escuela es nadie, es peor que nadie, porque es justamente una figura de autoridad y aquellos que deben hacerle caso no son policías a los cuales se les ha inculcado la idea de la cadena de mando sino un grupo de mocosos que se encuentran mucho más cerca de la vereda de enfrente a la que estaba parado Colvin en sus días de polizonte.

La cuarta temporada es terrible por el modo en que plantea que las escuelas, como están organizadas, son solo fábricas que reproducen exactamente el sistema sin intentar modificar la vida de ninguno de aquellos niños que están atrapados en él. Es tristísimo ver como esos jóvenes están condenados a la calle, como se los va amoldando para que lo único que quieran sea abandonar esa institución a la que solo le interesan los números y las estadísticas, protegerse de los gobernadores y los inspectores escolares. La escuela está tan obsesionada con la burocracia como la policía, frente a ello el caos cuasi natural de la calle es una forma de liberación.

La homeóstasis del sistema es, además, dolorosamente patente en el durísimo trabajo que hace Colvin, intentando con mucha compasión y tranquilidad y paciencia llegarles a esos chicos que están tan retraídos y encasquetados en sus vidas que les indican que lo mejor a lo que pueden aspirar es a estar muerto de una manera rápida antes de los 30. La mayoría del tiempo es recibido con hostilidad, indiferencia y odio.

Finalmente, el proyecto será cerrado por una confluencia de desinterés por parte del gobierno local, falta de recursos, desconfianza de las autoridades de la escuela. Un complejo mecanismo de pinzas institucional que se cerrará sobre la esperanza de Colvin. Los efímeros avances que Colvin había realizado se desvanecerán en el aire y, en algunos casos, degenerarán en algo peor. Solo rescatará un efímero y personal triunfo de todo el asunto, la “adopción” de uno de los niños de su clase especial, en un desenlace que, en manos menos hábiles hubiese sido un final de película de Hallmark pero que, acá, está resuelto con tal elegancia y caballerosidad, en un mano a mano entre dos hombres con mucha historia (con mayúsculas) sobre sus espaldas, que conocen los códigos de la calle y de la ley, en una de las mejores escenas de la serie.

Este triunfo solo demostrará que Bunny cambia el sistema a un nivel microscópico, conclusión cuyo corolario es que termina expulsado de todas las instituciones a las que perteneció. Es sorprendente que todo su periplo, sin embargo, no lo vuelva un hombre derrotado y amargado, sino que siga siendo el mismo tipo optimista e, incluso, que todo su arco nos parezca tener un final feliz. Es que en The Wire, las pequeñas y casi insignificantes victorias son las únicas posibles y tenemos que agradecer y estar felices por lo poco que vamos a obtener.

viernes, 6 de agosto de 2010

Visite Baltimore 09: Shakima "Kima" Greggs.



How complex a code can it be if these knuckleheads are usin' it? Then again, what does it say about us if we can't break it?

How come they know you're police when they hook up with you. And they know you're police when they move in. And they know you're police when they decide to start a family with you. And all that shit is just fine until one day it ain't no more. One day, it's 'You should have a regular job.' and 'You need to be home at five o'clock'.

Stand around some shiny shit and get paid. Work murders and starve. What kinda shit is that?

Millenium been n' gone and we still fucking around with Smith Corona.


- Kima Greggs

Si hay algo donde The Wire quizás hace agua es en el territorio de las protagonistas femeninas. No es que no las haya (Ronnie, Beadie, Snoop son buenos ejemplos) sino que la mayoría de ellas no tienen grandes arcos dentro de la macro-historia de The Wire e incluso, por momentos, parecen accesorios de los hombres. Diría que esto es así porque los mundos que cubre The Wire son eminentemente masculinos (la policía, la droga, el puerto) pero luego recuerdo que en realidad su tema es la ciudad moderna y llegó a la conclusión que las explicaciones posibles son dos: o los autores (todos hombres), a pesar de toda su buena voluntad, no lograron quitarse las anteojeras frente a la femeneidad, o simplemente el mundo es mucho más machista y desigual de lo que nos mentimos que es.

De entre todos los personajes femeninos, sin embargo, hay 3 que sobresalen: Ronnie, Kima y Snoop. Ronnie por momentos se pierde y desdibuja (y, por otro lado, si hay algo que recordamos es a ella en relación con, ya sea McNulty o Daniels) y Snoop, si bien encantadora, es mucho menos compleja que Kima, que para mí es la gran estrella femenina de la serie.

Kima es uno de esos personajes impredecibles y multifacéticos que tiene The Wire en cantidad. Una policía lesbiana que no soporta a los imbéciles (pero que es mentora de varios de ellos a lo largo de la serie), con una relación establecida que la empuja a la maternidad, aunque no está completamente convencida del asunto. Bardera y borracha pero fiel. Con una ética y una disciplina de trabajo puramente femeninas (esa encanto de las mujeres obsesivas, trabajadoras, preocupadas por el detalle, fastidiosas).

Dentro de la estructura de la serie, Kima es el reflejo de Bodie en la policía: un soldado con código que no está dispuesta a cruzar ciertas líneas, líneas que se impone pero también forman parte de su imagen ideal de lo que la policía debería ser. La diferencia con Bodie es que Kima tiene una estructura que la protege y la ampara continuamente. De hecho, Kima es uno de los escasos personajes de la ley que corre un riesgo real en toda la serie (en la primera temporada le disparan en un confuso trabajo de infiltración). En The Wire quienes sufren y mueren no son los policías sino la gente verdaderamente desprotegida: calle o civiles. Ese disparo es uno de los arcos dramáticos (en el sentido de OH THE DRAMA) más altos de la primera temporada. Un momento en que The Wire se aproxima un poco a la emocionalidad de una serie tradicional pero que es insuflado de una realidad y grosor muy superior mediante la enorme escena entre Jimmy McNulty y el mayor William Rawls en la que este último lo putea y lo exonera de culpa al mismo tiempo, y también mediante la transmisión muy real de la solidaridad de estamento, de esa angustia y violencia tan extraña (para alguien que nunca ha sido policía, supongo) producto de saberse parte de un grupo que está en la línea de la muerte.

Luego de este incidente, y de la primera temporada como un todo, Kima sufre una mcnultización a lo largo de la segunda y la tercera temporada, aceptando los consejos del irlandés y precipitándose en las buenas y viejas maneras del precinto oeste. El desencadenante del cambio es algo que a la vez define y espanta a Kima: su condición maternal. Kima es una de las grandes profesoras y, en líneas generales, protectoras de la serie. En primer lugar, con los insondablemente cabeza hueca de Herc y Carver, y sus concepciones bastante imbéciles (pero no por eso menos reales) del trabajo policial, que tendrán destinos opuestos a lo largo de la serie. Uno de ellos absorberá la ética y el espíritu de Kima, el otro no. Con Bubs tiene una relación casi fraterna y, de todos los agentes de la ley que tratan con él, es la única que demuestra un interés sincero, un atisbo de ayuda a un desclasado. De hecho, es el contacto que hace que Bubs comience a trabajar con la Major Crimes Unit.

Pero esta tendencia no es suficiente a la hora de encontrarse ante un hijo propio. Kima da un giro hacía lo opuesto que le proponen. Despunta ese rasgo obsesivo que dice que ella solo quiere ser policía. Algo de esa aspiración se encuentra en la raíz de su relación e identificación con McNulty.

Sin embargo, en uno de esos momentos en los que The Wire reconoce sus propias falsedades acerca de la realidad que quiere retratar (en este caso: Rogue Cop McNulty), Kima no está destinada a ser McNulty 2. Tiene una configuración psíquica diferente, más responsable, más caritativa, menos egoísta, más recta, con una concepción del trabajo policial que excede largamente su propia importancia. Es una mujer de pocas palabras, que, como hemos dicho, no soporta a los imbéciles, ¿Por qué se transformaría en uno?

Por ello, para la temporada final, Kima es uno de los pocos personajes que está en paz con sí misma y su lugar en la vida o, por lo menos, lo está intentando. Y esto se refleja en dos hechos y escenas puntuales donde se observa su compromiso con su propio futuro y su posición como agente de la ley. Por un lado, el momento en que decide ser la voz de la conciencia del Departamento de Policía en general y la División Homicidio en particular y revelar la movida más arriesgada del tándem McNulty – Freamon. Con la suficiente honestidad para que semejante actitud no despierte ningun rencor.

El segundo momento involucra a Kima y su hijo adoptivo, mirando por la ventana a una Baltimore oscurísima y helada, lo sostiene en sus rodillas, él tiene una cara de sapito asustado, ella parece estar ahí pero alerta simultáneamente, pescando rastros en la noche. Miran por la ventana, decía y Kima dice: “Goodnight moon, goodnight stars, goodning po po’s, goodnight fiends, goodnight hoppers, goodnight hustlers, goodnight scammers, goodnight to everybody, goodnight to one and all”.

martes, 3 de agosto de 2010

Visite Baltimore 08: Reginald "Bubbles" Cousins.



(Here be spoilers. Beware)

- How y'all do what y'all do every day and not wanna get high?

- Ain't no rules for dope fiends.

- Bubbles: This pay how much?
Kima: Let's treat it like a real job. Say $5 an hour, $30 on a day, max.
Bubbles: That's less than minimum wage.
McNulty: But there's no withholding, Bubs. It's tax-free.

- Ain't no shame in holding onto grief, as long as you make room for other things.

Bubbles.

Todo el mundo ama a Bubs. Es difícil no hacerlo cuando es uno de los personajes con más corazón e inocencia de todo la serie, cuando se pasa gran parte de ella siendo una víctima, un outcast, un pobre tipo que se merece una mejor vida.

Bubbles es un adicto a la heroína flacucho y petiso, con cara y pelo de insecto, que conoce a todo el mundo en la calle y “trabaja” como informante de la policía. El tipo es un guiñapo sucio que vive tirado bajo un puente o en casas abandonadas, que se reúne con los peores desperdicios a inyectarse y babear, con jeringas sucias y llenas de sangre coagulada, y sin embargo no hay nada enteramente desagradable ni denso en su persona. Porque al mismo tiempo es inteligente, rápido, con conocimiento y practicidad y se las ha ingeniado para sobrevivir sin matar ni cagar a nadie, inclusive enseñando a jóvenes callejeros sin experiencia a bancársela en las calles y a procurarse los mejores medios para mantener su propia adicción. De algún modo, en medio de toda la mugre, no se perdió a sí mismo ni se transformó en una mala persona.

Por eso es que todo el mundo quiere a Bubs, porque cuando ves The Wire y aparece uno está automáticamente de su lado. Pero la tragedia de Bubs es que así como todos lo quieren, nadie puede ni quiere ayudarlo a salir de su circunstancia social. Bubs es, como representante de los drogadictos y los homeless, el eslabón más bajo que vamos a conocer en la serie, un desclasado y marginado real, que no tiene ningún tipo de red o estructura de contención, y los policías con los que negocia (McNulty, Bunk, Kima) solo pueden tenerle lástima y tirarle unos mangos, nunca sacarlo de su situación. Todos estan atrapados en sus obligaciones hacia la institución que sirven, y esas obligaciones pueden ser insoportables, pero siempre serán mejores que no tener ningún tipo de apoyo en el cual recaer.

Bubbles es una de esas piezas de cruda realidad que The Wire inserta por encima del lenguaje televisivo. No hay salvación mágica para los hobos simpáticos e inteligentes. Lo que hay es más indiferencia.

El trayecto de Bubs por la serie es irregular y diverso. Siempre parece estar a punto de rescatarse pero al final nunca lo hace. La tentación es más fuerte que él continuamente y, por añadidura, la vida border que lleva es la única que conoce y sabe vivir. Y The Wire nos deja claro continuamente que su salvación sólo depende de sí mismo. Luego cae, pasa por momentos de confianza en sí mismo y momentos de desolación, de tristeza absoluta. Roba caños y metales, monta un negocio de expendio callejero en un carro de súper, es golpeado por dealers y matones, se babea y está totalmente insensibilizado con gente desconocida, es arrestado, le vende información a la policía, es defraudado por ciertos agentes de esta fuerza y, finalmente, consigue casi el único final completamente feliz de la serie. Ese final es uno de los momentos en que The Wire se acerca a una serie “normal”, pero hemos visto a Bubs sufrir y luchar tanto (la quinta temporada es un periplo terrible que ilustra el modo en que Bubs aprende a dejar atrás, con dolorosa y desesperante complicación, su culpa y angustia y soledad frente al mundo) que ese final nos parece totalmente merecido, ganado.

Bubs es, además, uno de los tantos maestros que tiene la serie. Suele tomar jóvenes bajo su ala, como junk buddies y porque cualquier empresa es mejor de a dos y, también, joder, porque quiere cuidarlos y, dentro de sus magras posibilidades, protegerlos de la vida que él mismo experimentó. El problema es que Bubs no puede ofrecerles ningún tipo de protección real y es incluso más débil que ellos. Es un vano intento de su parte de formar algún tipo de unión dentro del sector social para el cual comunidad es anatema y que está más desprotegido y atomizado de todos.

Bubbles, como todos los personajes de The Wire, no tiene “origen secreto”, no hay un capítulo donde se nos explique cómo llegó a donde está. Los personajes de The Wire existen, sencillamente, mientras están en la pantalla, no importa su pasado y no hay una explicación misteriosa, traumática y psicológica para su comportamiento. Sin embargo, siempre hay pistas, detalles del trasfondo que indican que esos hombres y mujeres tuvieron una vida antes de llegar a la serie. Las visitas tardías de McNulty a sus hijos, la aparición de un tío comatoso de Avon, la abuela de Omar. Siempre son personas concretas que corporizan el hecho de que esos personajes vienen de algún lado. En el caso de Bubbles, esas personas y nombres no son entidades, son susurros. Una sugerencia de un hijo y una ex esposa, un suspiro de una hermana eternamente enojada con él. Esto causa que la condición de Bubs tenga algo de fantasmático, de espectral. Es un hombre que ha caído tan bajo que no tiene lazos con el mundo “oficial” de más allá de la calle. Es por ello, también, que no existen soluciones mágicas a su predicamento: frente a una persona que es casi una no-entidad, un conjunto de rasgos sin anclaje social, la respuesta más común y esperable de los otros personajes de la serie es ignorarlo. Porque, en el fondo, es casi como si no estuviese ahí. Si hasta el hecho de que su “nombre oficial” sea su apodo de la calle denota su espectralidad. La tragedia está en que nosotros, espectadores, no podemos evitar empatizar y rogar por un desenlace feliz. Esa falta de origen, por otro lado, señala que no hay nada de extraordinario en él y que cualquiera que tome algunas decisiones desafortunadas puede caer por el agujero del conejo.

Bubbles es conmovedor porque corporiza una imagen que vemos todos los días en cualquier gran ciudad, un tipo durmiendo en la calle, con ropa sucia y costras de mugre en la piel, con barba repleta de tierra, tirado en un colchón comido por las pulgas o en un cartón, una imagen que despierta una fugaz mezcla de mórbida curiosidad con lástima, que son luego barridas por una ola de indiferencia; y rellena esa imagen con rasgos, pensamientos, historias y personalidad, transformando lo que vemos comúnmente como un número en un personaje extraordinario que debería hacernos sentir un poquito más culpables cada vez que nos ponemos los visores anti-homeless.

lunes, 2 de agosto de 2010

Las Islas Invisibles

Bienvenidos a otra edición de terrible cuelgue wikipediano. Ya tuvimos mapas antiguos, montañas, y ahora seguimos con las islas, lo cual me hace darme cuenta que tengo cierta afinidad por los temas geográficos.

Creo que fue a causa de un post en metafilter que nombraba un estudio sobre la sexualidad en Samoa, que terminé leyendo sobre esas pequeñas islitas del Pacífico. No había nada muy interesante en realidad, aunque me llamó la atención como puede funcionar una cultura viviendo así tan aislada del resto del mundo. Ahí fue cuando empecé a revisar otras islas y naciones cercanas. Rápidamente encontré a Tuvalu y las cosas se pusieron muy interesantes.




Tuvalu es, después del Vaticano, el estado menos poblado de mundo. Tiene tan solo 12.000 habitantes. Son 5 islitas y 4 atolónes. Acá tienen un link a google maps mostrando uno de los atolones. El terreno de los atolones es muy malo y no sirve para el cultivo. La elevación más alta de Tuvalu es de tan solo 4.5 metros, lo cual hace que toda la nación pudiera hundirse en el caso de que el nivel del agua suba. Tampoco tienen agua, y el agua para beber se consigue exclusivamente de la lluvia, lo cual produce escasez.

En Tuvalu no hay recursos, así que básicamente viven de la ayuda de Inglaterra, así como de Nueva Zelandia, Australia, y Estados Unidos. Los únicos trabajos estables y asalariados son del gobierno. Una de sus fuentes de ingresos es, bizarramente, la venta de los dominios .tv que son de su país.
En cierta forma, tuvalu esta detenida en un extraño tiempo semi-colonial. Hay un sistema comunitario, donde cada familia se dedica a una tarea específica (pescar, construir casas, etc). Hay pequeños negocios del gobierno donde venden comida y alimentos.

Siguiendo por la polinesia, tenemos a Nauru, que es la nación-isla más pequeña: tan solo 21 km de diametro. Aca pueden verla en google maps.




Tiene 14.000 habitantes y básicamente es una gran piedra de fosfato. Está rodeado de arrecifes de corales, por lo cual es una isla que no tiene puerto. El desempleo es de 90%, y casi todos los que trabajan, al igual que en Tuvalu, trabajan para el gobierno. ¿Que hace toda esa población desempleada? Aparentemente solo come y come, porque Nauru es la nación más obesa del mundo: El 90% de sus habitantes tienen sobrepeso, y el 40% de la población sufre de Diabetes. Yay.


Supongo que me habré colgado con este tema debido a que uno no se puede imaginar muy bien como sería vivir en una isla tan aislada, uno como buen citadino tradicional de país colonizado por europeos. Es todo bastante alienígena y extraño. Y hay decenas y decenas de paises o pequeñas provincias ahí, perdidas. Hablaba con Dario al respecto, y me decía “¿Pero conoces de Surinam? Sabes que es acá en Sudamérica? ¿Sabes que ahí hablan Holandés?”


Pero bueno, volvamos a las islas, y al siguiente objetivo del viaje, que fueron las islas del Caribe. Hay cientas y hay un montón interesantes. La mayoría igual son colonias, muchas inglesas. Una de mis favoritas es Montserrat.



La población de Montserrat es muy chica, unas 4000 personas. Llegó a tener 14.000 habitantes pero ocurrió algo. Algo así como que un volcán de la re puta madre entrara en erupción y dejara la mitad de la isla totalmente inhabitable, incluyendo su capital, Plymouth, cubierta de 12 metros de lodo. Así se destruye una ciudad, estimados.




En google maps se puede ver Montserrat, y se puede notar clarísimo como quedó la mitad de la isla convertida en un manchón gris y muerto. El volcán a la fecha sigue activo.

¿Algo más sobre Montserrat? ¡Sí! George Martin armó un estudio ahí, donde se grabaron un montón de discos en los 80s. El estudio convirtió la isla en un lugar bastante popular, por el atractivo de grabar un disco en una isla paradisíaca en la concha de pato. Ahí se grabaron discos de Elton John, The Police, Rolling Stones, Duran Duran, Rush y The Police. Oh, los ochentas. Lamentablemente un huracán horrible destruyó un montón de edificios en 1989, incluyendo los estudios.



Sigamos. Tenemos a San Martín, otra isla caribeña, que está dividida en dos: la mitad norte es francesa, la sur es holandesa. O sea, se llamaría en realidad "St-Martin / St Maarten".
Hay cierto folklore sobre la división entre ambas zonas. Según la leyenda, cada mitad eligió a una persona para que vaya caminando de un extremo a otro de la isla, y marcando una línea que separará ambos lugares. La francesa terminó siendo más grande, supuestamente por que el caminante frances había tomado vino en su trayecto, mientras que el holandés cerveza, lo que lo volvió más lento.
San Martín es una de las ‘islas de lujo’ que hay en el caribe. Casinos, tiendas, playas nudistas, free-shops y mucho, mucho dinero.


Cerremos con mi favorita, la isla de Saba. Saba es la isla más pequeña de las Antillas Holandesas. tiene 1.400 habitantes. Y así se ve desde un avión:



(link a google maps aquí)
Hace unos siglos, era una isla de piratas y punto de traspaso y mercadeo. Luego se fue poblando lentamente con muchos ingleses, escoceses, holandeses y africanos.


Saba tiene un montón de cosas interesantes. Por ejemplo, en saba hay solo una calle. Se llama, apropiadamente, “The Road”. Se construyo en 1940 y tardaron como 10 años para que al fin apareciera el primer vehículo a motor. Andar en auto por “The Road” parece ser algo muy peligroso y la calle esta repleta de curvas.
Otro dato interesante es cierta endogamia, a causa de su población. Son muy pocas familias, y parece que se repiten mucho los apellidos, siendo los más populares Hassell y Johnson. Saba, además, tiene el aeropuerto más pequeño de mundo. La pista mide 400 metros y solo 3 modelos de aviones pueden aterrizar.




Saba se dedica mucho al turismo, particularmente al buceo, a causa de sus arrecifes de coral. Esta aislada, y es muy poco conocida todavía, por eso sus costas y terrenos estan muy cuidados y son casi vírgenes. Parece un lugar tranquilo, y así se ven sus casas y sus calles, y con esta foto cierro el post. Si alguien quiere ir, que avise.