John Tagg,
El Peso de la Representación, 19-20.
Cesare
Lombroso fue un teórico italiano, pionero en el naciente campo de la
criminología. Lombroso creía que los criminales podían ser reconocidos mediante
sus deformaciones físicas, que la criminalidad era una forma de imbecilidad
hereditaria que se traslucía en los rasgos, en los labios simioides, el cráneo
prominente, el ceño hirsuto, la piel rugosa y las uñas largas, el tamaño de las
orejas. Impulsado por el fanatismo positivista de mitades a finales del siglo
XIX y su manía por medir todo y compilarlo en grandes tratados que demostraban
más allá de toda duda que el ser humano era un ser de hábitos regulares,
Lombroso tuvo una gran prédica por Europa, justificando los prejuicios
largamente arraigados de un continente que finalmente iba a conquistar al
mundo.
La teoría
de Lombroso estaba profundamente emparentada con esa otra maravillosa
pseudociencia del siglo XIX que fue la frenología. La frenología establecía que
los rasgos de la mente se encontraban arraigados en el cerebro, en una serie de
“órganos” (que podían variar de 27 a 40 dependiendo del teórico) cuya
utilización determinaba la manera en que tu cráneo crecía y modificaba las
protuberancias de tu cabeza. Entonces, con la ayuda de manos expertamente
entrenadas (“Iron Fist: Phrenologyst, a four issue mini-series by Howard Mackie
and Ron Lim”) los frenólogos tocaban tu cabeza y determinaban si podías
dedicarte a las artes o no, si la maldad anidaba en tu alma o si querías a tus
hijos. La frenología tuvo una extensión bastante amplia en Europa entre el 1810
y 1840, momento en que las diferencias entre los frenólogos en cuestiones
básicas y el desarrollo de los experimentos neurológicos en animales permitieron
un mejor entendimiento del sistema nervioso y el cerebro. Luego resurgiría a
finales del siglo XIX, ayudada en parte por la prédica de Lombroso y tendría
gran éxito, de entre todos los lugares del mundo, en Bélgica, llegando al
extremo de que los enviados de Su Majestad al Congo Belga (y presumiblemente el
Tintín pre-iluminado) la utilizarían en los años 30 para determinar la
supremacía de los Tutsis sobre los Hutus.
Lombroso,
asimismo, se oponía a la escuela criminalística clásica, con ancianas raíces en
las teorías políticas de Hobbes y Locke, en su idea fundamental de que existe
una sociedad que debe ser sostenida continuamente ya sea por la aquiescencia de
sus miembros o por la imposición de una fuerza legítima por el soberano. La
teoría criminalística clásica, postulada entre otros por Beccaria y Bentham (y
Bentham realizaría una reaparición en la obra de cierto sodomita calvo cuya
influencia marca el trabajo de Tagg, cuya cita abre el post), concibe al crimen
como algo inherente en un hombre racional que actúa en pos de una lógica de
beneficio o detrimento. No hay un determinismo, sino solamente una oportunidad,
y por ello se debe generar un código legal que castigue el crimen con la misma
severidad con que se cometió. Una especie de código penal ideal, en la línea de
la máxima economía racional. Cuerpo versus sociedad, determinismo versus
racionalidad.
***
(Landru en le Petit Journal)
Henri
Désiré Landru fue un criminal francés de la Primera Guerra Mundial. Su modus
operandi consistía en citar mujeres a través de avisos clasificados, haciéndose
pasar por un viudo de buena posición, seducirlas durante un tiempo, llevarlas a
su villa en París y luego (una vez que le habían dado acceso a sus bienes, ya
que Landru vivía de vender muebles usados) matarlas y quemarlas en su horno.
Así mató a 11 víctimas entre 1914 y 1919. Finalmente apresado luego de la
búsqueda de la hermana de una de sus víctimas, la policía encontró detallados
libros donde anotaba las falsas identidades con las cuales contactaba a sus víctimas
y cartas de amor. La investigación duró dos años, en los cuales, cada vez que
Landru era interrogado negaba por completo cualquier tipo de involucramiento en
algún crimen de esa naturaleza. “Sin cuerpos no hay crimen” era su
razonamiento. Según los testimonios, Landru tenía una personalidad
avasalladora, bordeando en lo caballeresco (“No puedo hablar de lo que sucedió
entre Mme. Cuchet y yo sin la autorización de la dama” fue una de sus muchas
respuestas) y con un gran sentido del humor. Finalmente fue llevado a juicio en
noviembre de 1921 (el mismo mes en que se fundaron el Partido Fascista Nacional
en Italia y el Partido Comunista Español) y luego de 25 días de testimonios se
lo encontró culpable y se lo condenó a muerte. Tres meses después, el 23 de
Febrero de 1922, el mismo estado que 30 años antes lo había nombrado sargento
de sus fuerzas armadas lo decapitó haciendo uso de la guillotina, ese invento
limpio y seguro de la revolución que le había dado origen.
Pero antes
de morir le entregó a uno de sus abogados un dibujo, realizado por él mismo, de
la cocina de su casa que incluía el horno donde quemaba a sus víctimas luego de
descuartizarlas. El dibujo se mantuvo inédito hasta 1967. En el reverso,
escrito en lápiz, decía “Ce n'est pas le mur derrière lequel il se passe quelque chose, mais bien
la cuisinière dans laquelle on a brûlé quelque chose” que
traducido sería algo así como (perdonen mi francés rudimentario) “No es el muro
detrás del que sucede una cosa, sino la cocina en la que se quema alguna cosa”.
(En 1993 Landru aparecería sano y salvo en un“Especial de Invierno” del Dr. Strange, como el propietario de una tienda de
cráneos. Lo cual convierte a Stephen Strange no solo en propietario de esclavos
orientales sino también en amigo de famosos asesinos seriales.)
***
Landrú es Juan Carlos Colombres, humorista gráfico
y caricaturista argentino activo entre mitades de la década del 40 y principios
del 2000. En sus primeros años de carrera firmaba con su nombre hasta que
publica, en el 45, su primer dibujo político. En él se ve a un gordito que
escribe MUERA PERÓN en un muro. Ante la llegada de un policía continua la
escritura con trazo tembloroso (el mismo trazo tembloroso que caracterizó a
Landrú toda su carrera) hasta convertirlo en un MUERA PERONBORINI. Entonces
“intuyendo cierto peligro firmé ese dibujo con las iniciales J.C., y empecé a
sentir la necesidad de encontrar un seudónimo. Trabajaba en la administración
pública y se venían tiempos difíciles… Fue entonces cuando el hijo de Lino
Palacio me dijo que si yo usara barba sería igualito al asesino francés Landru,
de modo que decidí adoptarlo como seudónimo, castellanizándolo con un acento en
la u.” (Landrú por Landrú, Apuntes para una autobiografía).
Luego de la década peronista, fundó la revista Tía
Vicenta, que durante casi 10 años fue la revista más popular de sátira política
en Argentina. En ella la identificación del autor con el seudónimo sería tal
que todas las fotos que apareciesen “de” Landrú serían en realidad fotos del
asesino, con su tradicional barba de enanito, fotos que por otro lado procedían
de la colección personal del dibujante, quién era un archivista fascinado con
todo lo anacrónico. Hasta el día de hoy me cuesta acostumbrarme a sus fotos
reales, en las que aparece lampiño y sonriente. Asimismo, comenzaría a
dibujarse como una representación del seductor parisino, con barba y sombrero.
Por otro lado, la imagen de Don Juan de Landru seguramente le gustaba a Landrú,
quién en su revista patentó expresiones tales como Villa Cariño y quién era un
afamado y regular concurrente a boites y discos, fanático de la cumbia, el cha
cha cha y el twist (a mitades de los 60 intentó abrir una boite en San Telmo,
proyecto que parecería que no llegó a nada). Incluso uno de sus personajes,
Jacinto W. El Reblan es un viejito verde que todo el tiempo quiere apio y ostras
y bailar con negras pulposas.
Ahora bien, dentro de Tía Vicenta, Landrú se
dedicará esporádicamente, a lo largo de sus 9 años de historia, a realizar análisis
lombrosianos de las principales figuras de la política del momento. En ellos,
realiza la operación tradicional de la caricatura (exponer en la piel aquello
que se supone oculto) de una manera metódica y extensiva. Cada político muestra
en la cara su ideología, una ideología oculta que de alguna manera los maneja
como si fuesen títeres, como si detrás de sus ojos tuviesen otros seres humanos
que mueven sus órganos cerebrales. Es una operación de revelación que tiene
algo de vindicativo, de furia del ciudadano descargándose en la cara, y no es
casualidad que tanto Frondizi como Gómez y Onganía ellos tengan el ceño
fruncido y la cara enojada, mientras que Castro parece un vociferante y Guido
tiene cara de pobrecito. El único que sonríe es Alsogaray, como si ocultase una
gran broma privada a costa de la audiencia. En este tratar a los políticos como
criminales, la actitud y la furia no es tan diferente de la famosa turba
iracunda.
Frondizi entonces tiene “depuestismo encubierto”
(depuestismo = peronismo, una manera de referirse a su pacto con Perón), Gómez,
su vicepresidente, acusado de conspirar en su contra con el ejército sufre de
“complotismo crónico”, Fidel Castro oculta en su diente de oro “su oculto
anhelo de convertirse en capitalista” y la mitad de los rasgos de José María
Guido (presidente débil encumbrado luego del golpe a Frondizi) son síntomas del
pánico a algún militar.
Una excepción y una ausencia. Onganía aparece
representado como un dechado de virtudes, en un momento de mucho poder político
personal luego de haber resuelto la salida institucional al golpe de Frondizi.
La caracterización positiva es un juego con el anuncio de ser un número
dirigido por El Generalísimo, pero al mismo tiempo porta una ironía
adivinatoria macabra: Onganía cerraría la revista 3 años después.
El ausente es Illia. Arturo el bueno. El presidente
del 23%. El que, cuenta la leyenda, fue derrocado por los dibujos y textos que
lo describían como lento, inepto, provinciano, anciano, aburrido, cansino y de
miras cortas. La tortuga. Quizás su figura no aparece porque no encontré la
revista donde se publicó. Quizás no aparece porque, a pesar de su imagen
negativa, algo que nunca se le cuestiono fue su honestidad. Quizás era
demasiado poco importante como para incitar una respuesta de esa magnitud. Quizás
sencillamente se olvidaron de él.
También falta uno con cara manchada y sonrisa
prominente, pero en esa época a ese no se lo encontraba en todo el país.
3 comentarios:
me encantó!!!
hay algun link donde pueda ver las fotos en tamaño mas grande?? la de castro casi no pude leerla :(
click derecho sobre la imagen, "copiar url de imagen" pegar en otra ventana y se te va a abrir la imagen a un tamaño bastante grande :)
opción 2: click derecho sobre la imagen ---> abrir enlace en una pestaña nueva y te la abre al tamaño original.
estúpido visor de blogger nuevo.
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