JLA #01 (1996).
Finalmente, llegamos al segundo relanzamiento que vale la
pena de la Liga post-Crisis. Y el último, por ahora. Le entregan a Grant
Morrison, quién en aquel entonces todavía no era una super-estrella, las llaves
del auto familiar. Y éste realiza, por primera vez en un escenario tan grande,
su tradicional operación de nuevo-y-viejo. Rescatar lo viejo que vale la pena,
el concepto principal, y rodearlo de ideas nuevas, de una pintura totalmente
moderna, que confunde a los puristas pero oculta un corazón clásico.
La JLA de Morrison (y ahora es JLA, como si eso
sencillamente significase TODO, ya no importa si es de América o si es de
Justicia, es una sigla, un sello, una agencia gubernamental, un mantra) es un
retorno a la idea de los Superhéroes Más Grandes Del Mundo. Pero acompañados de
desafíos (y un estilo taquigráfico de escritura) acorde a los grandes momentos
que se supone que viven estos seres. La Liga de Morrison está hecha de
situaciones en las cuales todo parece perdido, de grandes frases, de escenas en
las cuales con uno o dos gestos corta al núcleo de los personajes, de rescates
de último minuto. Como el “I know who you are” del primer arco, o la bala al
cerebro de Darkseid, o el ojo parpadeando bajo el lago.
Para acompañar este retorno a la grandeza, Morrison redujo
en principio el elenco a los “Siete Grandes”, uno de los detalles más
recordados de esta época, pero que olvida que prontamente la pobló de múltiples
personajes secundarios. Y lo curioso es que esas adiciones son totalmente de su
época: Steel, Aztek, Zauriel, Oracle, son todos personajes solo posibles a
mitad de los 90s, que la vuelven totalmente de su tiempo, de una buena manera. Como
toda serie de Morrison, todo apunta a un final pre-ordenado al principio, al
combate contra un enemigo final. JLA, sin embargo, es una serie donde Morrison estructura los arcos de una forma
continuamente creciente. Siempre pensé que es en esta serie donde el escocés de
algún modo inventa aquello que luego será conocido como el estilo wide-screen
de comics, un par de años antes que The Authority. La diferencia es que Ellis
tenía un concepto y a Bryan Hitch, mientras que Morrison solo tenía una idea difusa y a
Howard Porter (cuyo dibujo plástico, brillante, colorido, carente de
perspectiva y de narración clara es quizás el defecto más grande de este
período).
El primer número es un affaire bastante tranquilo en el que
se nos presentan a los nuevos villanos, se ataca a los héroes y se los junta a
todos en un mismo lugar (exceptuando a Aquaman, que aparece recién en el
próximo número). En comparación con los comics actuales, sin embargo, es una
aventura rapidísima. A la vez, todo el primer arco saca parte de su inspiración
(y sus títulos!) del sustrato de ciencia ficción absurdo que también cubrió a
la primera JLA, la de los sesentas, con sus Kanjar Ro’s, Gamma Gongs, Desperos
y Starros. Todo lo viejo es nuevo de nuevo pero de una manera que resalta lo
maravilloso y obvia lo aburrido. En el medio del número, está la clásica destrucción
del viejo equipo post-Zero Hour, que en la práctica ya no existía más.
Hay una cierta generación de lector que creció en los 80s y
se vio arruinado por la rápida sucesión de la Liga de Giffen y la Liga de
Morrison. Pensamos, por un breve tiempo, que la liga podría ser sobre ALGO, que
podría ser un comic divertido, o un comic grandioso, y no solamente la
colección de un montón de personajes taquilleros. Los próximos relanzamientos
se encargarán de probarnos lo contrario.
La base que estableció Morrison durará bastante tiempo,
siendo continuado con diverso éxito por Mark Waid y Joe Kelly, a pesar de que
con el tiempo serían víctimas de la erosión tan común en la Liga que hace que
la mayoría de los personajes importantes desaparezcan para ser reemplazados por
segundones. El último clavo en el cajón de esta versión sería Identity Crisis,
que haría estallar la imagen de los héroes más puros del mundo yendo al pasado
y violándolo, específicamente la etapa del satélite, la más recordada de la JLA
clásica. Si Morrison intentó volver a Gardner Fox con una sensibilidad
futurista, Identity Crisis avanza a los 70s y los deforma en sintonía con un
absurdo deseo de relevancia, en un comic que siempre estuvo mejor cuando
solamente trataba sobre héroes brillantes y sonrientes. Luego vendría Superboy
Prime y sus puños y no habría mejor momento para realizar un nuevo
relanzamiento.
Justice League of America #01 (2006).
Este relanzamiento se sucede a Identity Crisis e Infinite
Crisis, esos dos pedazos de mierda con forma de “historia” que machacaron
insistentemente sobre la disolución de la “trinidad” (otro concepto
innecesario) de Batman, Wonder Woman y Superman mediante la sospecha, la
paranoia y el actuar salvajemente fuera de personaje.
Encargada la Liga a Brad Meltzer (también responsable de
Identity Crisis), uno de los tipos con éxito más inexplicables de la faz de la
tierra, su objetivo sería reconstruir aquello que rompió con un estilo de
escritura de cuarta: esa confianza, esa “amistad”, entre los héroes más grandes
de DC. Y ese propósito lo resuelve sentándolos durante 22 páginas a discutir el
futuro plantel de la Liga de la Justicia en la Baticueva. Una cosa insufrible e
insoportable donde los personajes se llaman continuamente por su nombre de pila,
donde se pasan fotos en donde están un montón de héroes y votan, deciden quién
entra y quién no, como si fuesen el comité de una multinacional en una especie
de búsqueda de trabajo. Pero sacándose la ficha continuamente porque ESTA GENTE
SE CONOCE Y SE QUIERE MUCHO.
Hay pocas palabras para describir el asco que me produce
este relanzamiento de la Liga. Meltzer es un patán sin talento, que escribe
como si nunca jamás hubiese visto a personas reales hablar, cuya comprensión
del género superheroico se reduce a la formula “spandex + lágrimas”. Encima
está acompañado por el infame Ed Benes, un tipo que jamás debería haberse
elevado de dibujar cosas como Bloodsport o Brigade o alguna otra serie de Image
de los 90s, pero por algún error del destino, la mitad de los 2000s lo
encuentran en la devaluada posición de artista hot. Dibuja como era de esperar
de él: cuerpos absurdos, mucho cross hatching, caras con emociones
implausibles, culos brillantes. Ed Benes es un atentado contra tus ojos y
dibujaba el título más importante de DC Comics.
Además, la formación del equipo de Meltzer está empapada de
nostalgia, nostalgia por lo peor de una época de la Liga (el satélite) que,
como vimos, si bien es mejor que sus primeros años, tampoco es ninguna
maravilla. Le encanta Red Tornado. De hecho todo el primer arco argumental está
construido alrededor de Red Tornado. Red Tornado, gente. El clon de la Visión
que crearon para que los chicos modernos tengan su propio androide con
sentimientos en el Universo DC. En primer lugar: en mi corazón hay solo lugar
para un robot con sentimientos y ese es ROBOTMAN. En segundo lugar, Red Tornado
nunca tuvo una personalidad, ni una gracia, ni un rasgo distintivo. Bah, quizás
solo su traje (que es un buen traje desperdiciado en un personaje de mierda).
Es curioso pensar que es el único personaje de la Liga clásica que no fue
re-habilitado y re-aprovechado de una manera moderna en la época de la
caracterización superheroica contemporánea, o sea, la que se abre luego de Daredevil
de Miller. ¿Y saben por qué es eso? Porque es un personaje de mierda. Es un
llorón con una esposa aburridísima y poderes sobre los vientos y una hija que
nadie sabe de donde salió. En este comic su esposa se pasa al menos 10
cuadritos con lágrimas corriéndole por los cachetes.
Después el equipo está compuesto por perdedores o sujetos
interesantes a los que Meltzer intenta volver lo más aburridos posibles. Vixen,
sin un rastro de su crecimiento en Suicide Squad, Black Lightning en el rol de
“heroe-que-hizo-cosas-malas-y-sabe-moverse-en-el-inframundo-criminal-pero-tiene-conciencia”,
Black Canary sin sal, Hal Jordan (y todos sabemos que Hal Jordan es el
personaje más aburrido del mundo) y otros que no recuerdo. Bah, si, recuerdo a
Red Arrow, ese intento risible de rehabilitar a Roy Harper, el ex sidekick de
Green Arrow cuya mayor gracia es haber sido adicto a la heroína. Pero la manera
en que lo escribe Meltzer, dios mío, como un cancherito con chivita que hace
chistes sobre viejos y es muy cool a pesar de tener una hija. Dios santo, todo en
esta Liga de la Justicia está TAN MAL.
Al abandonar la acción cósmica, no encuentra nada para
reemplazarla, e intenta reemplazarla con lugares comunes de autoayuda y con la
peor caracterización del mundo. La Liga siempre fue un acto de balance entre
caracterización y acción (como cualquier grupo de superhéroes) pero a Meltzer
no le interesa escribir acción y es HORRIBLE en la caracterización. Entonces
queda una cáscara sin sentido, que huele a años setentas recalentados, al
recuerdo difuso y equivocado de una época de gloria que no fue tal. Meltzer se
iría luego de 12 números y la serie caería en un limbo de desprestigio,
progresiva caída de ventas y micro-management por parte del equipo editorial de
DC Comics, que la vería envuelta en eventos absurdos, desviaría sus historias
continuamente y básicamente la haría caer en la irrelevancia, a pesar de los
valerosos esfuerzos de Dwayne McDuffie y James Robinson.
Por otro lado, si uno ve la tapa del número 1 (esa
agrupación gigante de héroes donde se mezclan Superman y Batman con Star
Spangled Kid y el nuevo Blue Beetle) parece premonitoria de una despedida del
DCU post-Crisis. Ese DCU conflictivo, hecho de retazos y parches de continuidad
pero a la vez inmensamente creativo y particular. Quizás los mejores 25 años de
la editorial a nivel de producción de ideas y de autores. El próximo y último
relanzamiento ya será en un panorama muy muy cambiado.
Justice League #01 (2011).
Y finalmente llegamos al comic que me hizo dar ganas de
escribir todo esta masa de cosas, el relanzamiento dentro del marco del New (ya
cada vez menos New) 52, hace un año y medio. El comic más vendido del 2011,
creo. ¡Jim Lee! ¡Geoff Johns! ¡Los seis grandes más Cyborg! ¡Darkseid!
¡Parademonios!
Y bueno, nada, es un comic mediocre, como casi todo el New
52. No es espantoso como la JLA de Meltzer, pero tampoco es muy genial. El
primer número está dedicado a Batman y Green Lantern y como se encuentran y se
llevan mal y cazan un parademonio y buscan a Superman en Metrópolis. El arco
inicial es una clásica “reunión de fuerzas” en la que se enfrentan a una
amenaza superior que todos ellos y terminan triunfando y aprendiendo a confiar
el uno en el otro. Ah, cuanto han cambiado los tiempos desde que en su
lanzamiento la JLA se enfrentaba a Starro, porque ahora su némesis es nada
menos que Darkseid. Es un poco triste la sobre-exposición de Darkseid en el
Universo DC, la falta de otro villano cósmico a su escala, el continuo
desaprovechar gracias a trucos baratos de alternativas como el Anti Monitor,
Nekron o Parallax. En fin. Y saludos a Geoff Johns por escribir un Darkseid que
no tiene ABSOLUTAMENTE NADA de amenazante. Es un pedazo de granito que se para
en un lugar y tira unos rayos, pero no queda nada del tirano intergaláctico
cuya sola presencia debería ser suficiente para darte pesadillas. ¿Donde están
las frases memorables, la sensación de que una vez que Darkseid te mira a los
ojos toda tu individualidad es borrada para siempre, la reptante degradación?
Para Geoff Johns Darkseid es solamente un musculoso de otro planeta. Y para eso
ya tenemos a Mongul.
Johns intenta reconstruir la JLA sobre la base de la
amistad, una vez más, y como en toda construcción de este tipo elige iniciar la
historia en el momento en que todavía se tienen desconfianza y crecen a
depender el uno del otro. El problema es que todo parece tremendamente forzado.
El pacto de amistad se sella en una escena absurda en que Batman se
desenmascara frente a Hal Jordan y le dice quién es. Somos sometidos a la
escuela de caracterización Geoff Johns, en el cual todos los personajes son
reducidos a un rasgo característico que luego es machacado una y otra vez
convirtiéndose en toda su motivación. De algún modo, en la idea de amistad
dentro de un equipo y en cierta caracterización que resalta lo peculiar de cada
personaje, ésta Liga parecería tomar una página de los New Avengers de Bendis,
una vez más atrasando con los tiempos. Es otro ejemplo de la rara mezcla de
viejo y viejo del New DCU. Es como un hombre de setenta años vistiendo las
ropas de un tipo de cuarenta. Una pátina de pintura noventista ya rancia sobre
ideas de los ochenta.
El problema es que un universo ficcional es una cosa frágil,
y cuando reseteas y reacomodás las piezas, al principio nunca va a parecer una
cosa natural. Y tarde o temprano, el orden natural se reimpone. Este primer
arco sirve, además, como origen de Cyborg, que ahora es un miembro
imprescindible de la Liga, a pesar de que nunca se nos muestre el por qué con acciones. Es
el clásico implante que intenta refrescar con la renovación de una pieza un
conjunto de ideas nada nuevas. Es un pedazo de aglomerado fácil de cambiar de
nuevo.
Lo que creo haber descubierto escribiendo esto es que la
Liga es un animal muy extraño: no tiene concepto y funciona mejor cuando 1) o
esa falta de concepto está a la vista y no se intenta hacer nada con sus
personajes (la JLA de Morrison) o 2) cuando se la cambia tanto que su concepto
es otro y prácticamente podría no ser la Liga (Giffen). No podés tener a
Superman, Batman, Wonder Woman y etc. y pretender cambiar su dinámica o
volverlos amigos o amantes. Si podés contar grandes historias cósmicas
totalmente vacías de sentimiento. No podés tener avance y espectáculo al mismo
tiempo. Al menos no en la Liga. Y esa es la espada en la que generaciones de
guionistas procedentes de las fabricas de carne de la industria del comic
norteamericano se van a seguir inmolando por siempre.
1 comentario:
Buena informacion !!
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