jueves, 31 de enero de 2013

El Proyecto JLA (Parte 02).


Justice League #01 (1987).

Bueno, acá tenemos, al fin, el inicio de otra era de grandeza para la Liga de la Justicia. ¡Lo dice ahí en la tapa! Más allá de eso, y de los trucos de la nostalgia (yo comencé a leer comics prácticamente gracias a esta Liga) la verdad que la Liga de Giffen, DeMatteis, Maguire y etc. es uno de los grandes ejemplos de cómo construir un grupo de superhéroes con majestuosidad, humor, relaciones interpersonales, grandes dibujos, sin perder ni el sentido de la amenaza ni el sentido de lo cósmico de un universo compartido.

Desde las primeras páginas de este primer número, nos damos cuenta de que Giffen y compañía están decididos a concretar lo que intento tan catastróficamente Conway: un grupo verdaderamente diverso. Pero en vez de entender esa diversidad sobre la base de caricaturas étnicas preconcebidas, lo que hacen es tomar la enorme diversidad del DCU post-Crisis. Entonces tenemos un grupo que incorpora a Captain Marvel (de Fawcett, antes de Tierra-S); al Blue Beetle (de Charlton, antes de Tierra-Q); a una creación de Kirby que antes había estado relegada a papeles secundarios (Mister Miracle); al Dr. Fate y Black Canary, personajes generalmente relacionados con la JSA; a la nueva Doctora Light, producto secundario de la Crisis; y los mezcla con un Batman totalmente ejecutivo, Martian Manhunter y un Green Lantern inesperado en la figura de Guy Gardner. Es, en otras palabras, una paleta muy amplia de lo que era el Universo DC en ese entonces.

La tensión entre grandes y pequeños, en este caso, está tirada decididamente para el lado de los pequeños, y esa será una constante en la Liga de Giffen. Los mejores momentos están protagonizados por personajes por los cuales antes nadie daba nada y a quién ellos lograron hacer famosos. Con la curiosa consecuencia de que quedaron tan asociados a la JLA de este período que tampoco fueron grandes estrellas en solitario, sino en un grupo, algo bastante conmovedor, si me preguntan a mi.

La Liga de Giffen & DeMatteis, por otro lado, ha pasado con justicia a la historia por su concepto de lo que un grupo de superhéroes es, concepto que ha sido básicamente traducido como “una sitcom con trajes”. En parte esto es verdad, pero en realidad esta Liga nunca deja de lado las aventuras-en-las-que-el-destino-del-mundo-está-en-juego ni los momentos dramáticos. Ahí está Despero, Darkseid (un Darkseid más amable, pero Darkseid al fin), The Extremists o la nueva Queen Bee para comprobarlo. Lo que en realidad hicieron fue llevar la caracterización a una situación post-Claremontiana/Marvwolfiana. Si los héroes podían angustiarse y sufrir por amor, seguramente podían reír también. Y descubrieron que explotando ese costado usualmente reprimido podían completar las aristas de personalidad de muchos sujetos que antes habían sido sencillamente un papel en blanco. Por ejemplo: ¿alguien estaría en desacuerdo que la obsesión de J’onn J’onzz por las Oreo lo humaniza de una manera que cientos de años escribiendo sobre sacrificios marcianos no lo hicieron?

El dibujo de Maguire, por otro lado, es otra cosa muy diferente a lo que venía sucediendo antes en el título. Sostiene la línea clara que siempre caracterizó a la Liga, pero le agrega un lenguaje corporal enorme, unos rasgos faciales siempre en mutación y claridad y la sensación de que uno está leyendo tipos vestidos y no pintados encima. Además de ser un narrador superlativo que en aquel entonces aún dibujaba bastantes fondos. Al mismo tiempo, la Liga demuestra ser un comic de su tiempo al apropiarse de varias técnicas narrativas empleadas en The Dark Knight Returns y Watchmen, siendo los principales la utilización de cuadros más pequeños (que por momentos se acerca al nine-panel-grid, que Giffen hará suyo en la Legion de Superheroes de los 5 years later) y el uso de paneles como si fuesen pantallas de televisión, una manera útil de descargar información y construir un mundo empleada con gran efecto por Miller.

La Liga se completa con ese enorme personaje, ese verdadero hallazgo de los 80s que es Maxwell Lord, en el cual se plasma esa aspiración eterna de los grupos de superhéroes: el enlace humano. El rol que antes habían cumplido Jarvis, Jane Loring o Sue Dibny acá es tomado por un personaje que comienza siendo la destilación del empresario tiburonesco ochentoso, guiando los destinos de la Liga desde su Torre de Cristal. Es él quién elimina el “America” de la Liga, impulsando su internacionalización. Es otro merito de Giffen y DeMatteis el haberse encariñado tanto con él que prefirieron hacerlo un héroe antes que matarlo, convertirlo en otro alegre bufón con corazón totalmente inmiscuido en las idas y vueltas de la Liga. Su tratamiento posterior es otro de la (larguísima) lista de crímenes del Régimen DiDio.

La reformulación de la Liga trajo bajo el brazo una reconstrucción de su origen, publicado en Secret Origins #32 (1988) con los muy lindo dibujos de Eric Shanower, guión de Giffen y diálogos muy entretenidos de Peter David. El origen es más o menos el mismo (7 aliens de Appellax llegan a la tierra y tienen que luchar por ver quién tiene el honor de ser el próximo rey) pero con un diseño de aliens un poquito mejor y unos diálogos graciosos que entran dentro del estilo JLI. Todos los héroes, por supuesto, tienen un poco más de personalidad que en Justice League #09, pero el cambio más importante es el dictamen editorial que dictamina que Wonder Woman (ni Superman, ni Batman) podrían haber formado parte de la Liga desde sus inicios porque sus carreras se iniciaban a mitad de los 80s, luego de la Crisis. Entonces, la solución fue incorporar a Black Canary como miembro fundador. Y la verdad, que quieren que les diga, este es uno de los cambios más agradables que tuvo la Liga post Crisis. A mi Black Canary me parece un personaje infinitamente más agradable que Wonder Woman, divertida, simpática, con personalidad y sexualidad que la Wonder Woman pre-Perez solo tenía en un puñado de casos. Sobre este template, años después, Mark Waid construiría la genialidad que es “JLA: Year One”.

Además, por favor, tiene una de las tapas más icónicas de los últimos 30 años.



Justice League Spectacular #01 (1992).

Pero todas las cosas buenas tienen que terminar, y como tal, el run de Giffen, DeMatteis y compañía en la Justice League terminó en 1992, luego de cinco años de historias excelentes, BWA-HA-HA-HA-HAS a montones, personajes revalorizados y grandes y pequeños momentos. ¿Cómo se seguía un período que por muchos sigue siendo considerado clásico? DC Comics decidió resolver este problema poniendo a Dan Jurgens al frente.

Ahora, bien, quizás a ustedes Dan Jurgens les parezca un perdedor, un vejete, un has-been. Pero tienen que entender que en 1992 Dan Jurgens era, en DC, uno de los creadores más hot del momento. Llevaba adelante los destinos de Superman, con bastante gracia y nivel, desde el momento en que John Byrne había abandonado al Man Of Steel sin cumplir ni la mitad de todo lo que había prometido. Tenía un estilo de dibujo limpio, repleto de colores primarios y capaz de manipular grandes escenas de muchos personajes, algo que recordaba a George Perez (y al mismo Byrne), pero más brillante, casi te diría en la línea de un tipo de Image que sabía de anatomía. Hay que entender que a Dan Jurgens se lo robó Marvel en algún momento de 1995 para que escriba Spider-Man (en pleno caos de la Saga del Clon) y fue un gran evento (Jurgens huiría despavorido al ver lo que era Marvel en ese momento, volviendo a los brazos de Superman).

Entonces, no es casualidad que nuestro autor decidiese construir su Liga alrededor de El Hombre de Acero, prácticamente el único héroe de los “Grandes Siete” (Superman, Batman, Wonder Woman, Aquaman, Flash, Green Lantern y Martian Manhunter) que no había aparecido en la Liga de Giffen. Su número de relanzamiento sigue más o menos el template de “Justice League #01”: un grupo de héroes, en un mundo en el que la Liga se desbandó, se reúne para combatir una amenaza que ha sido esponsoreada desde las sombras por un personaje oscuro. La diferencia es que si en el caso de Giffen este era Maxwell Lord, sujeto que luego se volvió importante en su propio derecho, en el caso de Jurgens es… el Weapons Master, un villano de segunda de la serie original. Los héroes triunfan y, en el período de dos cuadritos, deciden mantenerse juntos, a pesar de que Superman 10 páginas antes había declarado solemnemente que trabajaba mejor solo.

Todo en el período de Dan al frente del supergrupo se lee así: como un remix de segunda categoría de un montón de etapas con una pátina noventosa. Por algo el número más recordado es aquel en el cual la Liga es totalmente destrozada por Doomsday, como preparación para la Muerte de Superman. La Liga pasa de ser el grupo más poderoso (o al menos el más divertido) de DC a un apéndice de Clark Kent.

Lo otro por lo cual es recordada la Liga de Jurgens es por la aparición memorable del ¡personaje hallazgo de 1993: Bloodwynd! (Si, Bloodwynd con i griega). Este sujeto, fue el único agregado original de Jurgens, con una historia más retorcida que la mierda, que más o menos va así: un grupo de esclavos, sujetos al dueño de una plantación sádico y malvado crearon una “Gema De Sangre” con la cual logran matarlo. Esta gema es luego pasada de generación en generación, mientras en su interior el espíritu del dueño de la plantación se transforma en “Rott”, un demonio. El demonio finalmente lograba succionar al Bloodwynd original dentro de la gema y apoderarse de J’onn J’onzz, obligándolo a usarla y a buscar una fuente de energía para liberarlo. Es el típico personaje espantosamente concebido de los noventas: nombre fonéticamente incorrecto, referencias absurdas a alguna tragedia real, orígenes retorcidos que combinaban magia EXXXTREMA y violencia y un pasado misterioso. Luego de que Jurgens dejara la serie, lo utilizarían un par de escritores más hasta que entrase en un merecido y bendito limbo.

De más esta decir que la Liga de Jurgens (que por otro lado es muy corta, 20 números o algo así) no ha pasado a la historia bajo ninguna forma. Es, antes que otra cosa, el preludio de una etapa oscurísima, patética y llena de tics de los 90s cuya expresión más acabada veremos a continuación.




Justice League of America #00, Justice League Task Force #00, Extreme Justice #00 (1994).

Nada habla peor de un relanzamiento que iniciarlo con un retcon. Y eso fue exactamente lo que sucedió en este caso. Todo se inicia en Justice League of America 92, Justice League Task Force 16 y Justice League International 68. En esos tres números de golpe aparece un personajito llamado Will MacIntyre que supuestamente había participado en la primera aventura de la Liga y luego había sido desplazado en el tiempo. Libre al fin (producto de Zero Hour, cuando Zero Hour se suponía que iba a ser algo importante) Will se encuentra con un equipo de la Liga compuesto por gente como Tasmanian Devil y L-Ron en el cuerpo de Despero, un equipo de mierda al que él tampoco contribuye con su insoportable actitud soberbia y sus estúpidos poderes que tienen algo que ver con el magnetismo de la tierra o algo así. Sin embargo, logran triunfar contra unos aliens que parecen gelatina de uva y justo cuando estaban a punto de bien venir al idiota este, la página se pone en blanco por Zero Hour, que tenía esa gracia, como los números de Invasion que eran tie ins de la Gene Bomb tenían la gracia de que tenían un par de páginas pintadas en NEGATIVO. Los cross-overs, siempre a la vanguardia de la utilización de la novedosa tecnología de la imprenta en formas inventivas.

De más está decir que, a esta altura, de la Liga de Giffen solo quedaban un par de nombres, un instinto devaluado de hacer malos chistes y la idea de que la Liga se podía sostener solo con segundones y sin ningún tipo de talento. No debemos, sin embargo, ser tan duros con el equipo creativo de la época, compuesto por algunos tipos muy buenos como Mark Waid y Christopher Priest (y por Howard Porter). Pero DC Comics en ese tiempo no tenía una idea muy clara de que es lo que quería que fuese la JLA, más que ordenar personajes de manera aleatoria en distintos equipos, porque había que mantener al menos tres series, un legado del éxito de la era Giffen pero también del exitoso ejemplo de los X-Men.

Luego de Zero Hour, las cartas cayeron así: en primer lugar, un equipo liderado por Wonder Woman con varios segundones, Flash y Nuklon y Obsidian. Debo decir que yo siempre le vi potencial a este grupo, a pesar de que jamás llegó a cumplirlo. Me gusta mucho el segundo look de Metamorpho, me gusta cuando los héroes adolescentes se gradúan a equipos “grandes”, me gustaba ese Hawkman medio salvaje e indígena que había salido de Zero Hour. En segundo lugar, un grupo llamado Justice League Task Force que era como un “equipo en entrenamiento” dirigido por el Martian Manhunter, que contaba entre sus filas al joven y promisorio Triumph al lado de “viejas glorias” como Gipsy (lo cual te hace preguntar: si 10 años después de la Liga de Detroit Gipsy aún es considerada material de entrenamiento, ¿qué tan laxos eran los estándares de Aquaman, que la dejó entrar así como así?). Obviamente este equipo nunca llegó a ningún lado.

Y, por último pero no por ello menos importante, EXXXTREEEEMEEEE JUSTICE. Liderado por el Capitán Atom, con Booster Gold en una armadura ridícula, Blue Beetle caminando como un insecto y con ojos gigantes, Maxima y un negro. Con dibujos dinámicos de Marc Campos, también conocido como el hijo ilegítimo de Rob Liefeld y Bart Sears, de la escuela internacional de músculos + cromado, y guiones del afamado mundialmente Dan Vado, esta serie lamentablemente no duraría mucho más de una docena de números.

El jóven Triumph finalmente venderá su alma al diablo pero de manera tan patética que ni siquiera se dará cuenta, y luego terminará viviendo en las calles y siendo engañado por un pequeño duende de la quinta dimensión. Al final, la estatua de hielo que alguna vez fue su cuerpo será destruida porque Grant Morrison se olvidó de sacarla de los cuarteles generales de la Liga antes de volarlos por los aires.

(Próxima y última entrega: de Morrison a Johns, con un hijo de puta en el medio).

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