viernes, 5 de febrero de 2010

El Último Año De La Primera Década Del Nuevo Siglo.

(El año en que publiqué mi lista tarde y en el que no tiene un número par de entradas que sea múltiplo de cinco. Sin embargo, debo decir, que probablemente disfruté de todos los discos que están en esta lista mucho más que algunos que ponía en listas de años anteriores para llegar al relleno. Ah! Y no hay compilado, pero si me rompen las bolas lo hago.)



01. Fever Ray – Fever Ray

Casi el único disco del año que me movilizó lo suficiente como para escribir sobre él a lo largo del mismo, el disco de Karin Dreijer Andersson es realmente una desvío fantástico de su tarea como la mitad de The Knife, que toma todo lo que esta banda tiene de amenazador y lo potencia, abandonando por completo las pretensiones a algún tipo de musicalidad pop.

O sea, lo que queda aquí es gélido y claustrofóbico. Hace poco lo puse de nuevo, en la casa de una amiga, en medio de un día “bochornoso” como dicen los medios, de ventilador y cerveza helada. E inmediatamente sentí que el sudor se secaba y comenzaba a correr un viento frio y que estaba en un lugar donde todo el tiempo podían apuñalarme por la espalda.

La comparé con “Let The Right One In” y ahora agregó otra cosa a la que me remitió en las últimas semanas: el mediometraje “Jenifer” de Masters Of Horror, dirigido por Dario Argento. Véanlo y después me dicen.



02. Lady Gaga –The Fame Monster

¿Qué es lo que molesta tanto de Lady Gaga? ¿Será su capacidad y descarada intencionalidad para procesar cualquier tendencia de la cultura consumista contemporánea y convertirla en canción? ¿Será su expreso deseo de modelarse como una gran súper estrella pop? ¿Será que ha logrado su objetivo y ahora sus canciones suenan en todos lados, provocando la urticaria de los adeptos a la “música de verdad”? ¿Será su manipulación transparente de su imagen? ¿Serán sus vestidos?

Es probable que sea un poco de todo ello. Después de todo, la gente detesta sentirse manipulada y Lady Gaga cuenta con esa capacidad como un superpoder. Pero más allá de todos estos detalles (que, si me preguntan a mí, en realidad la vuelven más grande e interesante como artista, es mejor que el mismo productor de la música esté a cargo de su imagen y su fantasía antes que sea un conglomerado de asesores de imagen sin cara) hay una excelente colección de canciones en su debut, que encima descolla mucho más con el agregado del ep que lo acompañó en su reedición de fin de año. ¿Cómo no rendirse frente a esa re-interpretación anfetamínica de “Fernando” que es “Alejandro”? ¿Cómo no amar un disco que empieza con la suprema confianza de “Just Dance”? ¿O no sentirse como un adolescente estúpido escuchando “Eh Eh (Nothing Else I Can Say)”?. Hasta “Poker Face” y “Bad Romance” aún no me han agotado, a pesar de haberlos escuchado mil veces en diversos contextos. Es música pop de excelente factura, consciente de que tiene buenos ganchos y que sabe usarlos, perfectamente adaptada para estos tiempos de aceleración informativa y creación de identidades múltiple. Deberían relajarse y disfrutarlo por ser exactamente lo qué es, sin pedir disculpas ni poner excusas.



03. Metric – Fantasies

Cuando escuché por primera vez el disco de Metric, allá por Marzo de este año, me sucedió exactamente lo mismo que me paso cuando lo puse recién para refrescarlo un poco: comienza el primer tema con esa batería marcial (y uno de mis grandes debilidades, en el terreno de la música, son las baterías marciales, los ritmos repetitivos que parecen llamar a la guerra) y Emily Haines se escapa del panorama musical para murmurar: “I tremble… / They’re gonna eat me alive” y se me pone la piel de gallina y se me eriza la garganta.

Metric es una de esas bandas que solo parecen ser reconocidas furiosamente por sus fans, que los encuentran increíblemente sinceros, demoledores y concisos. En general, esta apreciación me parecía acertada ya que en sus discos anteriores se destacaban, sobre todo, por sus singles (“Combat Baby” y “Monster Hospital” son canciones arrolladoras, temibles). Pero este disco parece tener una determinación de lazer, una voluntad y sonido que, quizás, están perfectamente definidos en el título de su última canción: “Stadium Love”. Un disco desafiante, gigantesco, pero de la manera en que son los grandes sentimientos: de un modo un tanto privado, avasallador en el fuero interno. Sé que es una contradicción, pero no tengo otra manera de ponerlo. Es un disco de estadio para escuchar en los auriculares en el colectivo. Directo, certero al corazón, con una de las mejores cantantes del mundillo del rock “independiente”, expresivo y con baterías machaconas a rolete.



04. Jay Reatard – Watch Me Fall

Este fue el disco con el que Jay Reatard me confirmó no su talento, ni que puede escribir las mejores canciones de punk rock de la década, sino que también tiene una veta populista y qué, en un mundo más justo, sería el NOFX de nuestra generación.

Desde el primer tema (y single) “It Ain’t Gonna Save Me” combina deliciosamente una melodía para bailar en el pogo con una letra completamente deprecativa. Como llevaba por título uno de sus primeros discos como “The Reatards”, “Grown Up, Fucked Up”. Jay Reatard parece haber crecido lo suficiente como para, como dice él mismo, grabar un disco que está destinado para un sello, no como una colección de temas cuyo destino iba a ser dirimido a la hora de terminar de grabarlos. También parece haber crecido lo suficiente para adoptar métodos de producción más sofisticados (o al menos más limpios) que permiten, por ejemplo, una canción como “I’m Watching You” que parece retraerse a los años 50.

Afortunadamente, no creció lo suficiente como para abandonar la bilis y el resentimiento que habitan muchas de sus letras, la sensación de estar en completa falta de sintonía con el mundo, los ligeros tonos de acosador borracho y sus recitales completamente destruido por el alcohol. Quizás sea la primera estrella de la canción anfetamínica de este nuevo milenio y muchos se la están perdiendo.

(Nota: Originalmente este disco, probablemente, iba a estar en una posición inferior. Pero la maldita suerte de este mundo, la tristeza que me produce la desaparición de un artista de semejante vitalidad como Reatard, su estúpida muerte y la certeza de que no vamos a escucharlo llegar a los 30 años me obligan a colocarlo aquí, a exhortarlos a que lo escuchen, por favor, a que no quede olvidado como su cadáver en un cuarto de hotel. Tenía aún tanto para darnos…)



05. Madness – The Liberty Of Norton Folgate

Los buenos muchachos de Madness siempre han sido mi debilidad. Desde sus inicios como una banda de ska completamente anormal y epiléptica hasta su maduración en los mejores songwriters de la vida común inglesa de los 80s (y, quizás aún más, como los grandes songwriters de la vida londinense, un gen que comparten con grandes grupos como The Kinks, The Small Faces y Blur), los Nutty Boys me parecen uno de esos grupos injustamente ignorados por la gran narrativa justamente porque jamás se tomaron nada demasiado en serio y porque siempre crearon su música con un halo trabajador, poco pretencioso, solo con el objetivo de orfebre de manufacturar grandes canciones.

Esta década que pasó vio su reunión y, curiosamente, esta reunión se convirtió en una de las mejores en una década plagada de “ganemos dinero fácil a costa de nuestros viejos fans”. Su disco de 1999, “Wonderful” tenía uno de esos singles imperecederos que los caracterizan (“Lovestruck”) y, ahora, la década concluye con un magnífico disco doble (en su edición especial, que es la que escuché) en la que declaran una vez más su amor por todo lo inglés y por Londres específicamente. Y en el que acusan recibo de su completa madurez. O sea, es un disco que mayormente lidia con las ansiedades de la vida adulta, temática que, en un mundo como el del rock dominado por la adolescencia perpetua, siempre tiene todas las de perder. Pero desde la introducción entre feliz y resignada de “We Are London”, pasando por la meditación sobre la perdida de la diversión que es “Forever Young” y la oda a las amistades amargadas de “NW5”, concluyendo con la suite colosal que es “The Liberty Of Norton Folgate” (¡10 minutos de exploración casi psicogeográfica!) este es un disco sobre el envejecimiento de las personas, de las ciudades, sobre el aburguesamiento a que nos conduce la vida adulta y sobre las escasas maneras que tenemos de escapar de ello, de las cuales la que quizás funciona mejor es la creación resistente e imperecedera.



06. I Monster – A Dense Swarm Of Ancient Stars

Los I Monster (en conjunto con todo aquello que alguna vez se llamo “Escena de Sheffield”) son uno de esas ramas del árbol del pop electrónico de este siglo que parecen destinadas a ser olvidadas, podadas de la memoria colectiva. Su anterior disco, “Neveroddoreven” tenía temas deliciosamente extraños como “Daydream In Blue” o “Hey Mrs.” que en otro mundo habrían sido alabados por su selección instrumental, por su variación estilística y por su composición confiada y memética, pero que en este plano de existencia pasaron desapercibidos. Como evidencia, se tomaron 6 años para sacar su siguiente producción, que es el disco que nos ocupa en esta ocasión y que sin lugar a dudas tiene el mejor título del año.

Aquí, vuelven a demostrarnos que son brillantes camaleones estilísticos, cosa que me hace difícil hablar de ellos, porque siempre siento que me estoy perdiendo alguna referencia que para otros sería obvia. Desde su primer tema “A Sucker For Your Sound” que parece una canción de diva lounge amante de la tecnología; pasando por “Goodbye Sun”, una relajada “balada” con un fabuloso contrapunto entre la voz sedosa del cantante principal y los coros vocodereados; “Lust For Vampyr”, una canción de resentimiento y amor desigual repleta de vientos, palmas y una voz infantil que remarca la sensación de inequidad entre objeto de amor y amante; e “Inzects”, una canción que recuerda a los mejores tiempos de Add N To (X) en su freneticismo; éste es un disco que estalla por los cuatro costados con melodía, con innovación, con encanto y belleza. Y que, como suele suceder, ha sido universalmente ignorado en todas las listas de fin de año.



07. Junior Boys – Begone Dull Care

El disco con el que quizás haya más consenso en El Baile Moderno. Pura delicadeza, pura fineza. Los Junior Boys se despacharon con otro disco que parece filtrar todo el synth pop más delicado para construir un LP que a la vez es una imagen mental: ellos, vestidos de traje impecable y corbatas finitas, inclinados sobre sus bandejas y sintetizadores, sin sudar ni una gota, exudando frialdad, bebiendo un Martini. (Ezequiel me recordó, en las vacaciones, una de sus frases, que querían hacer “música triste, nada de robots tomando martinis”. Lo paradójico es que mucha de su música parece hecha por robots tomando martinis, robots infinitamente tristes que beben para olvidar).

Su primer tema (“Parallel Lines”) es una catedral del buen gusto y la elegancia, una cosa bella que me acompaño a pagar el gas y que no podía evitar cantar y tamborilear en frente de cadetes y amas de casa que me miraban azorados. “Bits And Pieces” es lo más cercano a un dancefloor hit minimalista, construido de unos cuantos beats orgánicos, unas líneas esporádicas de sintetizador, una voz que parece susurrar todo el tiempo y un ruido indescifrable que me recuerda todo el tiempo a un eructo (ahí quizás se les patinó la elegancia). “Sneak a Picture” es tan, pero tan suave que dan ganas de hacer el amor con una canción. El disco de guantes blancos del año.



08. Fuck Buttons – Tarot Sport

El disco anterior de Fuck Buttons me había parecido bueno pero un tanto monótono. Exceptuando una de las canciones, la última, en general se disolvía en un océano de disonancia donde la intención era mejor que la concreción.

Todo eso cambio para su segundo disco, una creación que logra aunar todas sus influencias (noise, un house retorcido, cierta música new age épica, Tangerine Dream, Spiritualized, Mogwai) en un caldo de cultivo que suena como la música de fondo para increíbles batallas espaciales.

Las imágenes que me trae a la mente: retorcidos montones de chatarra ardiendo, mechas en lucha sobre los restos de una ciudad, personas ascendiendo a los cielos propulsados por energías sobrenaturales, gigantescas ciudades que cobran vida, duelos de rayos laser entre dos hombres olvidados en planetoides alejados, destructores de mundos, dinosaurios en jet packs, vehículos con forma de esfera en rieles que se aproximan a altas velocidades y observan ciudades hechas de luz, enjambres de robots con forma de insectos, supernovas, agujeros negros que llevan a una vida mejor, gigantescos gusanos espaciales, planetas evolucionando.

El mejor disco del año para caminar por la ciudad y sentir que estas en el futuro.



09. Evil Cowards – Covered In Gas

En un año en el que la banda que más escuche, muy probablemente, fue Electric Six, el disco que sacaron durante el período fiscal no me ha terminado de seducir. Bah, excepto “Escape From Ohio” que es un temazo inmortal donde nombran a GBV y Devo en la misma frase.

Pero, al mismo tiempo, nuestro hombre en Detroit, Dick Valentine, pergeñó un proyecto paralelo acompañado por William Bates de la banda Fall On Your Sword (de la cual no tengo la más mínima idea). El template es más o menos similar: bases electrónicas, la voz de Dick cantando cosas políticas y ridículas, distintas versiones del rock pasadas a través del prisma de la desfachatez y la parodia de las cosas más feas del país del norte.

La diferencia se encuentra en que en este caso las bases electrónicas forman la parte más sustancial de la propuesta, que hay coritos femeninos súper simpáticos, y que todo parece una versión vaudeville o comedia musical de su principal proyecto. Impresión que se refuerza una vez que uno ve los videos de los muchachos bailando como estúpidos junto con dos bonitas señoritas, haciendo coreografías para cada uno de los temas.

Ahora que lo pienso, este disco es como la otra mitad de “Kill”, el disco de E6, uno es violento y sucio, otro es limpio y juguetón.



10. Handsome Furs – Face Control

A diferencia de mi querido co-equiper, a mi una de las cosas que más me gusta del disco de Handsome Furs son las bases electrónicas. Me encantan porque encajan perfectamente con el desesperismo del disco. O sea: Dan Boeckner tiene una de las voces más chillonas y anhelantes que escuché en mucho tiempo. Y las bases electrónicas la acompañan maravillosamente junto con esas guitarras puntiagudas.

Por otro lado, la interesante del disco es que parece, realmente, un artefacto perdido de los 80. Pero no de una manera superficial y aggionarada como tantos proyectos ochenteros de los últimos 10 años (en los cuales, más que nada, pareciera observarse un interés por agarrar un par de detalles de la década y meterle bases electrónicas al palo para ponerlos al día), sino como un disco perdido de los Psychedelic Furs o Devo. Tiene la misma urgencia, la misma sensación de outsider, muchas referencias a Rusia, un cantante personalísimo, un universo oculto en el bolsillo de los pantalones.

Y lo mejor son esas canciones como “I’m Confused” o “Radio Kalininbrad”, irresistiblemente pegajosas en su extrañeza, que, con un poco de suerte, en 20 años alguien escuchará, bajadas de internet directamente a su chip neuronal, y se preguntará como este grupo no dominó las radios.



11. The Pains Of Being Pure At Heart – Self Titled

En un principio, obviamente, su nombre me pareció el pináculo de la ridiculez. ¿“Los Dolores De Ser Puro de Corazón”? ¿Qué pelotudez es esta? Está impresión duró hasta que escuché el disco que, básicamente, es una gran carta de amor al C86, el twee y la música pop de entrecasa con, justamente, corazones sangrantes.

Es, graciosamente, un disco bastante depresivo en sus letras pero optimista en su música. “Come Saturday” me hace acordar siempre a “We Are Going Out” de Spearmint (uno de esos temas que es criminal que se ignoren tanto, un himno) aunque su temática es diametralmente opuesta. “This Love Is Fucking Right!” tiene una letra confusa y potencialmente incestuosa, pero la canción es arrolladora. Quizás el tema más abiertamente triste es “Stay Alive”, una de esas power ballads repletas de guitarritas “jangly” y con trasfondo de sintetizador y estribillo épico.

Pero, bueno, suenan como los Vaselines con Stephen Pastel cantando y los Field Mice manejando la base rítmica. ¿What’s not to like?



12. The Horrors – Primary Colors

Esta elección es tan sorpresiva para mí como para (supongo) ustedes. La última vez que habíamos visto a los Horrors, en el episodio de la semana pasada, eran una banda correcta de garage rock que, sin embargo, no lograba elevarse más allá de un gimmick. Eran simpáticos, tenían un video y un tema bastante buenos en “Sheena Was A Parasite”, pero estaban tocados con el beso de la muerte del NME y su ridícula costumbre de buscar salvadores para el rock. Y como buena banda evangelizada por el semanario inglés, todo el resto del mundo pensaba que eran un poco una broma.

Aparentemente ellos también sentían lo mismo, porque prontamente se dedicaron a intentar levantar su reputación tocando viejos éxitos garageros en sus recitales. Lamentablemente, a casi nadie que asistía a los mismos les importaban los temas de Chuck Berry y Los Seeds, solo pasear su nuevo peinado y ropas.

Por lo cual, para su segundo disco, utilizaron otro recurso del arsenal de trucos del músico desesperado por credibilidad: un completo cambio estilístico. Producido por Geoff Barrow de Portishead, en este disco los tonos garage de cotillón han desaparecido casi por completo. Lo único que resta es la suciedad en sus guitarras, pero ahora se han transformado en una banda glacial que combina el romanticismo de los años 50 con una buena dosis de nihilismo finales de los 70 y principios de los 80. El primer tema (uno de mis favoritos del año) marca la pauta: se inicia con un casi imperceptible ruido de percusión que parece la púa de un vinilo que se ha acabado y salta continuamente, y unos delicados arreglos de sintetizador más dignos de alguien como The Field. Luego ingresa una base de bajo completamente adictiva acompañada de una escalada electrónica que desemboca en unas guitarras podridas como viento Lovercraftiano. Y luego la voz del cantante, como si fuese Ian Curtis colgando de un poste. Banda de sonido del apocalipsis zombie sin lugar a dudas. La tónica se mantiene durante todo el disco, que tiene momentos de extrema belleza como el tema “Who Can Say”, en el que parecen están haciendo su propia versión de la alquimia Jesus And Mary Chain, transformando los hits bubblegum de los 50 en algo pervertido. O “Scarlet Fields”, con sus guitarras disonantes que parecen conjurar el lamento del último sobreviviente de un campo de batalla.

Es, realmente, un disco para levantar a los muertos, y la verdad que me tomó por sorpresa el volver a escucharlo, una y otra vez, colándose subrepticiamente en mis playlists y en mi mp4, a lo largo de todo el año, sorprendiéndome y exaltándome con su música, probándome que siempre se puede “rezar por una resurrección”.



13. Future Of The Left – Travels With Myself And Another

Andy Falkous es el tipo más gracioso del rock y nada de lo que nadie diga va a hacer que cambie de opinión. ¿Quién más, en este panorama, sería capaz de largar un single de ritmo marcial (en cuyo video están vestidos como una especie de soldado confederado) cuyo estribillo dice “Come join, come join / our hopeless force / come join, come join / our last cause”? ¿Quién más es capaz de cantar con ese supremo desdén, con esa furia precisamente dirigida a todo lo que odia? ¿Quién más puede berrear “You need Satan more than he needs you”, una verdad de perogrullo pero tantas veces ignorada a favor de echarle la culpa a fuerzas externas por nuestro comportamiento? ¿Qué otra personalidad de la música puede ponerle a una canción “Stand By Your Manatee”? (Y que encima dice: “Only the good die young / except when they don’t / it’s not exactly fair”).

Esta es otra de esas bandas (como Art Brut) con las cuales me resulta sumamente difícil ser objetivo: parecen diseñadas para mi diversión y disfrute, parecen hacerle cosquillas a mi hueso de la risa continuamente y reivindican que el cabecismo a veces es de lo más divertido.



14. Animal Collective – Merriweather Post Pavillion

Como bien dijo Eze, la banda polémica del año. Yo me aburría con ellos hasta este disco. Me parece maravilloso lo que hicieron con su música, dejando atrás mucha de la experimentación jipi de fogón lisérgico, o más bien incorporándola de manera casi natural en una composición mucho más enfocada que permite que brillen las melodías individuales, liberándolas de mucho del exceso de equipaje que sus discos anteriores tenían.

No creo que sea el disco trascendental del que muchos hablaron, pero en los primeros meses del año, cuando estaba en mi casa escribiendo mi tesis de licenciatura día tras día, sentado frente a la computadora con una pila de libros, este disco me lleno de una enorme felicidad. Especialmente “Also Frightened”, una canción evangélica, liberadora. Es, y esto es un cliché, un disco veraniego, de playas y soles, de cuerpos pegajosos y saltos en piletas. Si sobrevivirá al paso del tiempo es algo que solo el paso del tiempo podrá decidir, pero formó parte indudable de la banda de sonido de mi año, sirvió para que cambie mi opinión sobre una banda que me tenía indiferente y se puede cantar murmurando mientras uno anda en el colectivo o sube un ascensor, desconcertando a aquellos que viajan con nosotros con nuestras divagaciones de loco. Para mí eso es rescatable y perdurable.



15. Art Brut – Art Brut Vs. Satan

La ecuación es sencilla: mientras sigan sacando discos, probablemente van a seguir apareciendo en estas listas. Los adoro a ellos y toda su estética con locura y pasión. Pueden ignorar esto y continuar :)



16. Royksopp – Junior

Nunca había escuchado Royksopp antes. De “Poor Leno” lo único que recuerdo es su simpático video (del cual, sin embargo, no puedo recordar si su protagonista era un mapache o un niño con disfraz) y no mucho más.

Así que cuando me baje este disco no esperaba nada, solo me caía bien el guiño / reminiscencia-de-mi-panorama-personal a Junior Senior en el título. Y el primer tema es uno de los más lindos recuerdos de la risa que he tenido el privilegio de escuchar este año. Además tiene una balada sobre una chica y un robot, un tema cantado por Karin Dreijer Andersson que parece un outtake de The Knife, una canción épica con violines que se llama “Royksopp Forever” y una confección encantadora con la voz de Likke Ly que parece flotar en nubes de algodón de azúcar sorbiendo té de menta.
Otro de esos discos que no esperas escuchar tanto y se terminan volviendo parte fundamental de tu landscape musical del año.



17. Dan Deacon – Bromst

Una hondonada repleta de discos antiguos en vinileras configuradas para ir a la mayor velocidad posible (¿78 revoluciones por minuto? ¿99?). Estos discos, entonces, se ponen a funcionar y pronto lo que hay es una cacofonía de ruidos en donde lo que más se nota son los agudos y las percusiones. Alguien los graba y luego les prende fuego, cosa que hace que suenen aún más mutantes y que algunas voces se cuelguen en un loop perpetuo, después ese alguien lleva las grabaciones a su casa y compone música con las mismas.

Algo así es como suenan los discos de Dan Deacon. El anterior tenía un tema maravilloso (ese que hacía con la voz del Pájaro Loco) pero no se sostenía en su entereza. Este cae como un ladrillo a la cara, sin ninguna sutileza, poco ignorable. Parecería que nos quiere abrumar con música, que es un niño con ADD que aprieta botones. Es encantador y es adictivo. Uno quiere mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo cientos de veces, hasta que se marea y vemos doble y triple, nos caemos y volvemos a empezar.

Otros comentarios cortos porque no tengo tiempo y los discos no han sido propiamente escuchados o no han atrapado mi interés como otros, pero seguramente serán importantes en el futuro.

El disco de Yo La Tengo tiene una de mis canciones favoritas del año (“Periodically Double Or Triple”) pero no lo escuche lo suficiente como para dar opinión sobre las otras 11… El de Black Moth Super Rainbow pierde un poco la novedad, pero sin embargo está muy bien y “Born On A Day The Sun Didn’t Rise” es una hermosa composición… El de Wild Beasts lo escuché mucho, mucho, pero se queda un poco corto a la hora de ser coherente como obra completa. “We Still Got The Taste Dancing On Our Tongues” y “All The King’s Men” son A+, though… El de Luke Haines parece otra pequeña gran obra maestra del tipo con más personalidad del Reino Unido, hay que escuchar mucho “White Honky Afro”… El de Rihanna tiene uno de los inicios más espeluznantemente buenos del año (la combinación “Madhouse” + “Wait Your Turn”) pero después me sabio a poco… El de Dizzee Rascal es una bomba adrenalínica a la que debo prestar más atención… El de los Flaming Lips ni lo escuche, pero tengo fe de que puede cambiar mi espantosa opinión actual de la banda de Wayne Coyne… El de Telepathe esta bueno, pero no sé por qué no puedo sacudirme la sensación de que es algo completamente pasajero y trendy… El de Calle 13 es genial, pero es más bien el emergente del fanatismo hacía ellos que me acogió este año… Los de Sparks y Eels no los escuché, y sé que me voy a arrepentir de no haberlo hecho… El de Peter Bjorn & John es un muy buen disco-de-después-de-un-éxito-fenomenal pero su propio éxito los condenó a pasar desapercibidos (¿qué, acaso creen que un hit como “Young Folks” se consigue todos los días?)… El de Melody Club tiene “Eighteen” una de esas baladas adolescentes tan maravillosas que le salen tan bien, pero es medio irregular… El de Taylor Swift me cayó simpático pero no sostuvo mi atención… El de Golden Silvers tiene “True Romance” un hit de novela, pero no mucho más (y hasta es molesto por momentos)… El de los Arctic Monkeys está mucho muy bien pero se vuelve un tanto monótono…

Castellano.



Monoambiente – La Fabrica de Éxitos Cerró

El primero en la categoría “Los Discos de mis Amigos”. El primer disco de cual dijeron que estaban conformes. Un artefacto que destaca, sobre todo, su creciente sofisticación, la incorporación de nuevos instrumentos y nuevos músicos, la realización de un recurrente sueño de orquesta, la supremacía de la composición. Una versión completamente cambiada pero reconocible de “The Man Who Sold The World”. Una canción alegremente melancólica sobre la dejadez. Una composición casi hippie sobre la luz. Una muestra de maravillosa ingeniería de estudio. Una demostración suprema de confianza.



Amelia – Segundo Nombre.

El segundo disco que ingresa en la categoría de “Los Discos de mis Amigos”. Si el primer disco de Amelia era una carta de presentación encantadora con las usuales timideces y nerviosismos de una banda primeriza, este disco desde su primer declaración (“Si les traigo una canción / No sé que pensarán /Muchas veces creo que es el hit / Y es solo una más”) se muestra más autoconciente y, paradójicamente, más libre, relajado y confiado. Es un disco largo y repleto de sabores: la desesperación eléctrica y meditada de “Escena Postal”, la electrónica cuasi española y muy elegante de “Tenías Que Ser Ella Y Fuiste Vos” (un título atrapante, desde el primer momento, por su extrañeza), la arrolladora condición de hit juvenil absoluto de “Pendiente”, la catarsis casi borracha de “Últimos Días”, la fragilidad efímera de “Future Time”, la resignación cotidiana de “Madagascar”. Un disco que merece muchas escuchas.



Antolín – Diarios Íntimos del Futuro.

Probablemente la única producción gramofónica que me deprimió activamente este año. Lo de Antolín, por algún motivo difícil de dilucidar y que seguro tiene que ver con el talento, se siente absolutamente verdadero. Es solo guitarra y voz y algún que otro arreglo extra, cosa que sería una combinación perfecta para el fracaso en manos menos aptas. Pero es un LP hermoso dedicado a todo aquello que alguna vez se perdió: las ex novias, los dinosaurios, Volver al Futuro (y la visión del futuro que ahora ya es perimida), las figuritas, los amigos y la chocolatada, la época en que los cantautores sencillos eran conmovedores y no aburridos.



Jorge Serrano – Alamut

El disco de mitad del año, sin lugar a dudas, escuchado hasta el hartazgo en infinita sucesión de reuniones amistosas. Es un disco diseñado para esas funciones y ocasiones que, sin embargo, revela infinita sabiduría. Algo que tiene Serrano que es encantador y buenísimo es que es uno de los pocos autores de canciones en este país que no tiene empacho en envejecer. Que combina amor por la composición con un envidiable perfil bajo y una sensación continua de que el Serrano que habla en las canciones es el único Serrano que existe y que sus letras siguen desglosando los miedos, alegrías, triunfos y tragedias de una clase media argentina recortada de expectativas pero que sin embargo subsiste. Las letras en este disco detallan distintos estados de ansiedad y desidia, momentos oscuros (“Lóbulo Frontal” o “Babia”) que son contrarrestados por su inhumana capacidad para componer melodías gancheras (“Hay Que Cantar y Bailar y Reír”). Lo bueno es ver que una persona como Serrano sigue siendo tan humana como todos nosotros y que es capaz de utilizar su disco solista como una exploración de su (aparentemente) complicada psique, de su individualidad, como una obra completa, no como una colección de hits individuales descartados por los Auténticos Decadentes.



Travesti – Travesti

Los Travesti son una banda difícil, controvertida, que parece tener tanta gente que no los soporta como fans acérrimos. En un principio eran noticia por sus recitales confrontacionales y ruidosos; ahora porque sale Moria en su tapa y porque su música evoluciona (ya desde hace un par de años) a planicies muchísimo más pop, obsesionada en iguales partes con el “chonguismo”, con esa desmesura plástica de la celebridad que parece representar tan bien Moria y la farándula argentina, que al mismo tiempo se combina muy bien con su extraña veta religiosa / sacrílega y con sus arrebatos punk del inicio.

Así, tenemos en un mismo disco una canción que celebra a la celebridad, lo más parecido a un hit que han tenido estos muchachos, con sintetizadores llenos de aire, tambores, guitarras sedadas y coros frívolos (“Celebrity Total”), seguido de un tema que se burla absolutamente con un potente desprecio de otra obsesión del mundillo que están retratando (la salud, en el tema “Fitness-Footing”). Y estos temas conviven con un inicio completamente tribal-electrónico que combina las frases “Aceite de avión / Para la operación / Sobre las lolas del nuevo testamento”. Y con un tema que advoca abiertamente la falta de estudio, nada más punk.

Travesti sigue siendo una banda demasiado original para este empobrecido panorama musical argentino, una banda que ha construido su propio universo lírico y su propia postura frente a la música y la performance y eso, probablemente, es porque tanta gente no los soporta.

13 comentarios:

youth dijo...

Solicito link para el disco de Fever Ray!!!

Muy buena lista. Especialmente los discos nacionales que escucharé para ver que onda!

Saludos!

r dijo...

wavves! wavves! el disco homónimo de esa banda está tremendo

Pablo dijo...

compilado! compilado! :P

Torkaerius dijo...

¡¡Si pronto no veo el compilado posteado rompo todo!!

sebaxxxtian dijo...

creo q lo unico q me llama la atencion de esa listita es fever ray. vi unas cosas por youtube y me parecio por lo menos llamativo, lo asocie a sunn 0))) pero en un contexto tecno pop, como si bjork le dijeran a sunn o))) q reemplacen sus violas por teclados. y bue madness, ni se q sera de la vida de esos vejetes piolas.

el de travesti me embolo, despues de axito perdio gracia.

luis reséndiz dijo...

te faltó el de tinted windows que es simpatiquísimo!

satur dijo...

La verdad no termino de entenderte.
Despotricas contra lo viejo de animal collective, cosa que no puedo compartir pero cada uno tiene sus gustos, y reivindicando la bazofia que editaron este año como un buen cambio pop y demás (por cierto, tiene edición argenta, se consigue en musimundo a un precio que da risa, para los que aun disfrutan de la belleza de lo material)

pero dos discos más abajo ponés bromst como lo mejor del año, y la pregunta es, no notás la más que muy clara influencia de los animales en dan deacon?? no es su mejor acierto sonar similar a las mejores canciones del bondi? las melodías, las ritmicas, parece que el gordo dan fuera un fan irreductible del cuarteto...

los misterios


che, no me gusta tener que loguearme en goolge para comentar, pero habia que decirlo.

satur dijo...

además, justo puse bromst (que es un disco increible, y el del spiderman de los anillos tambien) y me di cuenta que es de 2009

Amadeo dijo...

no, no me parece, che, me parece que deacon es más anfetamínico, yo lo encuentro parecido a las cosas de la escena de sheffield de mitad de los 00s o a, no sé, atari teenage riot? :)

no le encuentro mucho parecido a animal collective, cuya característica principal, a mi entender, en su pasado, era la colgación extrema, los largos períodos narcotizados de sus canciones, la improvisación. deacon me parece más directo, más salvaje, más divertido. no tiene esa cosa deambulante que tenían los ac.

tino dijo...

debo admitir que el primer tema del disco de jr boys es sumamente elegante. igual sólo commento para reivindicar la presencia de satur en la web. abrazo transatlántico!

Nenet dijo...

Yo coincido con el de Wavves, que no está en la lista. Y descoincido con Satur que bardeó el último de Animal Collective...¿Si sacan otro disco que no le guste quizá vuelva "Desatormentándonos"?

Walter Hego dijo...

Una pregunta, Amadeo: en el comentario sobre el disco de Jay Reatard, ¿qué quisiste decir con "deprecativa"?

Walter Hego dijo...

¿El disco de Rihanna, después del inicio, te "sabio" a poco? ¿Eso fue a propósito? ¿"Sabio"? ¿Ni siquiera "sabió"?

Decía Marrone: "¡Cheee!"