Justice League #01 (1987).
Bueno, acá tenemos, al fin, el inicio de otra era de
grandeza para la Liga de la Justicia. ¡Lo dice ahí en la tapa! Más allá de eso,
y de los trucos de la nostalgia (yo comencé a leer comics prácticamente gracias
a esta Liga) la verdad que la Liga de Giffen, DeMatteis, Maguire y etc. es uno
de los grandes ejemplos de cómo construir un grupo de superhéroes con
majestuosidad, humor, relaciones interpersonales, grandes dibujos, sin perder
ni el sentido de la amenaza ni el sentido de lo cósmico de un universo
compartido.
Desde las primeras páginas de este primer número, nos damos cuenta
de que Giffen y compañía están decididos a concretar lo que intento tan
catastróficamente Conway: un grupo verdaderamente diverso. Pero en vez de
entender esa diversidad sobre la base de caricaturas étnicas preconcebidas, lo
que hacen es tomar la enorme diversidad del DCU post-Crisis. Entonces tenemos
un grupo que incorpora a Captain Marvel (de Fawcett, antes de Tierra-S); al
Blue Beetle (de Charlton, antes de Tierra-Q); a una creación de Kirby que antes
había estado relegada a papeles secundarios (Mister Miracle); al Dr. Fate y
Black Canary, personajes generalmente relacionados con la JSA; a la nueva
Doctora Light, producto secundario de la Crisis; y los mezcla con un Batman
totalmente ejecutivo, Martian Manhunter y un Green Lantern inesperado en la
figura de Guy Gardner. Es, en otras palabras, una paleta muy amplia de lo que
era el Universo DC en ese entonces.
La tensión entre grandes y pequeños, en este caso, está
tirada decididamente para el lado de los pequeños, y esa será una constante en
la Liga de Giffen. Los mejores momentos están protagonizados por personajes por
los cuales antes nadie daba nada y a quién ellos lograron hacer famosos. Con la
curiosa consecuencia de que quedaron tan asociados a la JLA de este período que
tampoco fueron grandes estrellas en solitario, sino en un grupo, algo bastante
conmovedor, si me preguntan a mi.
La Liga de Giffen & DeMatteis, por otro lado, ha pasado
con justicia a la historia por su concepto de lo que un grupo de superhéroes
es, concepto que ha sido básicamente traducido como “una sitcom con trajes”. En
parte esto es verdad, pero en realidad esta Liga nunca deja de lado las
aventuras-en-las-que-el-destino-del-mundo-está-en-juego ni los momentos
dramáticos. Ahí está Despero, Darkseid (un Darkseid más amable, pero Darkseid
al fin), The Extremists o la nueva Queen Bee para comprobarlo. Lo que en
realidad hicieron fue llevar la caracterización a una situación
post-Claremontiana/Marvwolfiana. Si los héroes podían angustiarse y sufrir por
amor, seguramente podían reír también. Y descubrieron que explotando ese
costado usualmente reprimido podían completar las aristas de personalidad de
muchos sujetos que antes habían sido sencillamente un papel en blanco. Por
ejemplo: ¿alguien estaría en desacuerdo que la obsesión de J’onn J’onzz por las
Oreo lo humaniza de una manera que cientos de años escribiendo sobre
sacrificios marcianos no lo hicieron?
El dibujo de Maguire, por otro lado, es otra cosa muy
diferente a lo que venía sucediendo antes en el título. Sostiene la línea clara
que siempre caracterizó a la Liga, pero le agrega un lenguaje corporal enorme,
unos rasgos faciales siempre en mutación y claridad y la sensación de que uno
está leyendo tipos vestidos y no pintados encima. Además de ser un narrador
superlativo que en aquel entonces aún dibujaba bastantes fondos. Al mismo
tiempo, la Liga demuestra ser un comic de su tiempo al apropiarse de varias
técnicas narrativas empleadas en The Dark Knight Returns y Watchmen, siendo los
principales la utilización de cuadros más pequeños (que por momentos se acerca
al nine-panel-grid, que Giffen hará suyo en la Legion de Superheroes de los 5
years later) y el uso de paneles como si fuesen pantallas de televisión, una
manera útil de descargar información y construir un mundo empleada con gran
efecto por Miller.
La Liga se completa con ese enorme personaje, ese verdadero
hallazgo de los 80s que es Maxwell Lord, en el cual se plasma esa aspiración
eterna de los grupos de superhéroes: el enlace humano. El rol que antes habían
cumplido Jarvis, Jane Loring o Sue Dibny acá es tomado por un personaje que
comienza siendo la destilación del empresario tiburonesco ochentoso, guiando los
destinos de la Liga desde su Torre de Cristal. Es él quién elimina el “America”
de la Liga, impulsando su internacionalización. Es otro merito de Giffen y
DeMatteis el haberse encariñado tanto con él que prefirieron hacerlo un héroe
antes que matarlo, convertirlo en otro alegre bufón con corazón totalmente
inmiscuido en las idas y vueltas de la Liga. Su tratamiento posterior es otro
de la (larguísima) lista de crímenes del Régimen DiDio.
La reformulación de la Liga trajo bajo el brazo una
reconstrucción de su origen, publicado en Secret Origins #32 (1988) con los muy lindo
dibujos de Eric Shanower, guión de Giffen y diálogos muy entretenidos de Peter
David. El origen es más o menos el mismo (7 aliens de Appellax llegan a la
tierra y tienen que luchar por ver quién tiene el honor de ser el próximo rey)
pero con un diseño de aliens un poquito mejor y unos diálogos graciosos que
entran dentro del estilo JLI. Todos los héroes, por supuesto, tienen un poco
más de personalidad que en Justice League #09, pero el cambio más importante es
el dictamen editorial que dictamina que Wonder Woman (ni Superman, ni Batman)
podrían haber formado parte de la Liga desde sus inicios porque sus carreras se
iniciaban a mitad de los 80s, luego de la Crisis. Entonces, la solución fue
incorporar a Black Canary como miembro fundador. Y la verdad, que quieren que
les diga, este es uno de los cambios más agradables que tuvo la Liga post
Crisis. A mi Black Canary me parece un personaje infinitamente más agradable
que Wonder Woman, divertida, simpática, con personalidad y sexualidad que la
Wonder Woman pre-Perez solo tenía en un puñado de casos. Sobre este template,
años después, Mark Waid construiría la genialidad que es “JLA: Year One”.
Además, por favor, tiene una de las tapas más icónicas de los últimos 30 años.
Además, por favor, tiene una de las tapas más icónicas de los últimos 30 años.
Pero todas las cosas buenas tienen que terminar, y como tal,
el run de Giffen, DeMatteis y compañía en la Justice League terminó en 1992,
luego de cinco años de historias excelentes, BWA-HA-HA-HA-HAS a montones,
personajes revalorizados y grandes y pequeños momentos. ¿Cómo se seguía un
período que por muchos sigue siendo considerado clásico? DC Comics decidió
resolver este problema poniendo a Dan Jurgens al frente.
Ahora, bien, quizás a ustedes Dan Jurgens les parezca un
perdedor, un vejete, un has-been. Pero tienen que entender que en 1992 Dan
Jurgens era, en DC, uno de los creadores más hot del momento. Llevaba adelante
los destinos de Superman, con bastante gracia y nivel, desde el momento en que
John Byrne había abandonado al Man Of Steel sin cumplir ni la mitad de todo lo
que había prometido. Tenía un estilo de dibujo limpio, repleto de colores
primarios y capaz de manipular grandes escenas de muchos personajes, algo que
recordaba a George Perez (y al mismo Byrne), pero más brillante, casi te diría
en la línea de un tipo de Image que sabía de anatomía. Hay que entender que a
Dan Jurgens se lo robó Marvel en algún momento de 1995 para que escriba
Spider-Man (en pleno caos de la Saga del Clon) y fue un gran evento (Jurgens
huiría despavorido al ver lo que era Marvel en ese momento, volviendo a los
brazos de Superman).
Entonces, no es casualidad que nuestro autor decidiese
construir su Liga alrededor de El Hombre de Acero, prácticamente el único héroe
de los “Grandes Siete” (Superman, Batman, Wonder Woman, Aquaman, Flash, Green
Lantern y Martian Manhunter) que no había aparecido en la Liga de Giffen. Su
número de relanzamiento sigue más o menos el template de “Justice League #01”:
un grupo de héroes, en un mundo en el que la Liga se desbandó, se reúne para
combatir una amenaza que ha sido esponsoreada desde las sombras por un
personaje oscuro. La diferencia es que si en el caso de Giffen este era Maxwell
Lord, sujeto que luego se volvió importante en su propio derecho, en el caso de
Jurgens es… el Weapons Master, un villano de segunda de la serie original. Los
héroes triunfan y, en el período de dos cuadritos, deciden mantenerse juntos, a
pesar de que Superman 10 páginas antes había declarado solemnemente que
trabajaba mejor solo.
Todo en el período de Dan al frente del supergrupo se lee
así: como un remix de segunda categoría de un montón de etapas con una pátina
noventosa. Por algo el número más recordado es aquel en el cual la Liga es
totalmente destrozada por Doomsday, como preparación para la Muerte de
Superman. La Liga pasa de ser el grupo más poderoso (o al menos el más
divertido) de DC a un apéndice de Clark Kent.
Lo otro por lo cual es recordada la Liga de Jurgens es por
la aparición memorable del ¡personaje hallazgo de 1993: Bloodwynd! (Si,
Bloodwynd con i griega). Este sujeto, fue el único agregado original de
Jurgens, con una historia más retorcida que la mierda, que más o menos va así:
un grupo de esclavos, sujetos al dueño de una plantación sádico y malvado
crearon una “Gema De Sangre” con la cual logran matarlo. Esta gema es luego
pasada de generación en generación, mientras en su interior el espíritu del
dueño de la plantación se transforma en “Rott”, un demonio. El demonio
finalmente lograba succionar al Bloodwynd original dentro de la gema y
apoderarse de J’onn J’onzz, obligándolo a usarla y a buscar una fuente de
energía para liberarlo. Es el típico personaje espantosamente concebido de los
noventas: nombre fonéticamente incorrecto, referencias absurdas a alguna
tragedia real, orígenes retorcidos que combinaban magia EXXXTREMA y violencia y
un pasado misterioso. Luego de que Jurgens dejara la serie, lo utilizarían un
par de escritores más hasta que entrase en un merecido y bendito limbo.
De más esta decir que la Liga de Jurgens (que por otro lado
es muy corta, 20 números o algo así) no ha pasado a la historia bajo ninguna
forma. Es, antes que otra cosa, el preludio de una etapa oscurísima, patética y
llena de tics de los 90s cuya expresión más acabada veremos a continuación.
Justice
League of America #00, Justice League Task Force #00, Extreme Justice #00
(1994).
Nada habla peor de un relanzamiento que iniciarlo con un
retcon. Y eso fue exactamente lo que sucedió en este caso. Todo se inicia en
Justice League of America 92, Justice League Task Force 16 y Justice League
International 68. En esos tres números de golpe aparece un personajito llamado
Will MacIntyre que supuestamente había participado en la primera aventura de la
Liga y luego había sido desplazado en el tiempo. Libre al fin (producto de Zero
Hour, cuando Zero Hour se suponía que iba a ser algo importante) Will se
encuentra con un equipo de la Liga compuesto por gente como Tasmanian Devil y
L-Ron en el cuerpo de Despero, un equipo de mierda al que él tampoco contribuye
con su insoportable actitud soberbia y sus estúpidos poderes que tienen algo
que ver con el magnetismo de la tierra o algo así. Sin embargo, logran triunfar
contra unos aliens que parecen gelatina de uva y justo cuando estaban a punto
de bien venir al idiota este, la página se pone en blanco por Zero Hour, que
tenía esa gracia, como los números de Invasion que eran tie ins de la Gene Bomb
tenían la gracia de que tenían un par de páginas pintadas en NEGATIVO. Los
cross-overs, siempre a la vanguardia de la utilización de la novedosa tecnología
de la imprenta en formas inventivas.
De más está decir que, a esta altura, de la Liga de Giffen
solo quedaban un par de nombres, un instinto devaluado de hacer malos chistes y
la idea de que la Liga se podía sostener solo con segundones y sin ningún tipo
de talento. No debemos, sin embargo, ser tan duros con el equipo creativo de la
época, compuesto por algunos tipos muy buenos como Mark Waid y Christopher
Priest (y por Howard Porter). Pero DC Comics en ese tiempo no tenía una idea
muy clara de que es lo que quería que fuese la JLA, más que ordenar personajes
de manera aleatoria en distintos equipos, porque había que mantener al menos
tres series, un legado del éxito de la era Giffen pero también del exitoso
ejemplo de los X-Men.
Luego de Zero Hour, las cartas cayeron así: en primer lugar,
un equipo liderado por Wonder Woman con varios segundones, Flash y Nuklon y
Obsidian. Debo decir que yo siempre le vi potencial a este grupo, a pesar de
que jamás llegó a cumplirlo. Me gusta mucho el segundo look de Metamorpho, me
gusta cuando los héroes adolescentes se gradúan a equipos “grandes”, me gustaba
ese Hawkman medio salvaje e indígena que había salido de Zero Hour. En segundo
lugar, un grupo llamado Justice League Task Force que era como un “equipo en
entrenamiento” dirigido por el Martian Manhunter, que contaba entre sus filas
al joven y promisorio Triumph al lado de “viejas glorias” como Gipsy (lo cual
te hace preguntar: si 10 años después de la Liga de Detroit Gipsy aún es
considerada material de entrenamiento, ¿qué tan laxos eran los estándares de
Aquaman, que la dejó entrar así como así?). Obviamente este equipo nunca llegó
a ningún lado.
Y, por último pero no por ello menos importante,
EXXXTREEEEMEEEE JUSTICE. Liderado por el Capitán Atom, con Booster Gold en una
armadura ridícula, Blue Beetle caminando como un insecto y con ojos gigantes,
Maxima y un negro. Con dibujos dinámicos de Marc Campos, también conocido como
el hijo ilegítimo de Rob Liefeld y Bart Sears, de la escuela internacional de
músculos + cromado, y guiones del afamado mundialmente Dan Vado, esta serie
lamentablemente no duraría mucho más de una docena de números.
El jóven Triumph finalmente venderá su alma al diablo pero
de manera tan patética que ni siquiera se dará cuenta, y luego terminará
viviendo en las calles y siendo engañado por un pequeño duende de la quinta
dimensión. Al final, la estatua de hielo que alguna vez fue su cuerpo será
destruida porque Grant Morrison se olvidó de sacarla de los cuarteles generales
de la Liga antes de volarlos por los aires.
(Próxima y última entrega: de Morrison a Johns, con un hijo de puta en el medio).
(Próxima y última entrega: de Morrison a Johns, con un hijo de puta en el medio).